Alejandro Arley y Rodolfo Martín
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Además de la nota que dejó en la celda de La Reforma donde se quitó la vida hace una semana, Luis Fernando Burgos escribió tres cartas de despedida, dijo a Al Día una de sus allegadas.
También, al parecer, por temor a ser trasladado a la cárcel de Cartago, habría hecho un testamento a mediados de setiembre. Sin embargo, el documento no aparecía registrado en el Archivo Nacional.
La mujer, quien pidió a este diario no revelar su nombre, contó que Burgos dirigió las cartas a tres personas: su tía Julieta Barboza y dos abogados de apellidos Peña y Castro.
Burgos, exdefensor público y funcionario judicial desde 1977, descontaba una pena de 35 años de cárcel por el asesinato, en julio del 2006, de su esposa Maureen Hidalgo Mora.
Los tres destinatarios de las cartas son los mismos de la nota que la Dirección de Adaptación Social halló en la celda, donde solicitaba que les avisaran de su deceso.
De acuerdo con la versión de la fuente, en una de las cartas Burgos habría pedido perdón por poner fin a su vida, manifestó su descontento con la Justicia y sostuvo su inocencia.
Sus últimas días
El pasado viernes 3 de octubre, Burgos se sentía mal y fue atendido por personal de psicología y medicina de La Reforma.
Según Reynaldo Villalobos, director de Adaptación Social, el recluso manifestó sufrir de insomnio y falta de apetito.
“Estaba deprimido y recibía un medicamento, administrado por el personal penitenciario”, reveló Villalobos.
Villalobos y el defensor de Burgos, Jorge Arturo Rojas, coinciden en que la ratificación de la condena por parte de la Sala III lo afectó mucho.
“Me parece que don Luis Fernando se vio sin expectativas. Era una sentencia muy larga para un hombre que además tenía 51 años”, manifestó Villalobos.
Como consta en los registros de Adaptación Social, el sábado 4 de octubre Julieta Barboza, tía de Burgos, lo visitó en la prisión.
A Al Día se le explicó que esa mañana Barboza le dio la noticia de que su abuela, a quien veía como una madre, había fallecido cinco días antes.
Esta mujer no era abuela de sangre, sino la esposa de su abuelo.
“La muerte de la señora y de otro tío muy cercano lo afectaron mucho. Eso se juntó con la ratificación de la condena”, aseveró Villalobos.
Burgos tenía dos hermanos, pero su relación era distante. Uno de ellos vive en Canadá con su madre.
El domingo 5 de octubre usó el teléfono público y ningún funcionario de la cárcel notó algún comportamiento extraño.
“Nada nos hacía pensar que pudiera hacer lo que hizo, pero sin duda lo planeó para que no descubriéramos sus intenciones”, agregó Villalobos.
El lunes 6 de octubre, antes de las 10 a.m., se quitó la vida.
Trabajaba en su caso
Burgos estuvo dos años y dos meses en prisión. En ese tiempo trabajó sin descanso en su defensa, informaron su abogado y Adaptación Social.
Incluso, después del juicio, él elaboró uno de los dos recursos presentados ante la Sala III para apelar la sentencia.
Estuvo solo en una celda para proteger su integridad debido a que se desempeñó como juez interino a lo largo de su carrera.
Revisaba documentos del caso constantemente, y ese era su tema de conversación. Villalobos recordó que en varias ocasiones le comentó que seguiría luchando por su libertad.
“Una vez me dijo: ‘Aquí estoy, no como cuando estaba en la calle, pero seguimos trabajando’”, contó Villalobos.
Rojas y Villalobos también coinciden en que Burgos estaba esperanzado en que la Sala III anulara el juicio que lo condenó.
Hombre tranquilo
Según el director de Adaptación Social, durante su estancia en La Reforma, Burgos era un hombre calmado, respetuoso y apegado a las normas del centro.
Su salud y condición física eran buenas, y no pasó de sufrir simples resfríos. Se ejercitaba y caminaba en un pequeño patio.
Vestía jeans, camisas tipo Polo y sudaderas.
La allegada que habló con Al día dijo que acostumbraba ver películas y partidos de Alajuelense por televisión. Además, compartía comida con otros presos.
Lo recordó como cariñoso con quienes lo visitaban, en especial con su tía Julieta.
Derecho a prestaciones
El 8 de octubre, dos días después de la muerte de Burgos, la defensora pública Karla Solano envió un escrito a la Sala III en el cual pide la extinción de la acción penal en contra de Burgos.
Solano actuó en sustitución de Jorge Rojas, quien actualmente es juez penal en Cartago.
El documento, del que Al Día tiene copia, explica que, antes de que Burgos se quitara la vida, la Sala III no le notificó la ratificación de la condena a él ni a su abogado. Según la nueva defensora, esta situación implica que “cualquier resolución que eventualmente se dicte en el proceso una vez fallecido el imputado, no tiene ningún tipo de eficacia jurídica”.
Rojas confirmó el viernes que no recibieron la notificación.
Añadió que, pese a estar preso, Burgos no fue despedido del Poder Judicial por lo que tenía derecho a sus prestaciones.
Con la solicitud de sobreseimiento y la supuesta elaboración el mes pasado de un testamento, los bienes de Burgos tienen un futuro incierto.
Además de los 35 años de cárcel, fue condenado a pagar ¢86 millones por daño material y ¢50 millones por daño moral a los padres de Maureen Hidalgo.
Carlos Chinchilla, magistrado de la Sala III, confirmó la recepción de la solicitud de sobreseimiento y explicó que esta semana remitirían el documento al Tribunal de Juicio para que este resuelva la situación.
Su muerte abrió heridas que no sanan
No pudo evitar las lágrimas al hablar de Luis Fernando Burgos y su hija fallecida, Maureen Hidalgo, exfuncionaria judicial.
Para Vera Mora, la muerte de Burgos revive sentimientos y recuerdos de una herida que aún duele. “Este es un final muy lamentable para él, algo que nunca quisimos que pasara”, dijo Mora.
Muchos recuerdos de Maureen, o “Mimita” como le decía, brotan en los aposentos de la casa. “En la cocina o en la sala escucho sus risas y siento sus abrazos, era como una chiquilla”, añadió.
Los pensamientos sobre Burgos también afloraron la semana pasada. No olvidará el día en que lo conoció: elegante, con un saco negro, pantalón negro, camisa blanca y corbata. Estaba bien perfumado y sus zapatos brillaban. Según ella, era un hombre “que impresionaba y se portó como un caballero”.
Tampoco puede olvidar cuando Burgos se sentaba para tomar café en el desayunador. “Hablaba de lo mucho que le costaron las cosas en la vida, como estudiar y conseguir trabajo”, recordó.
Esa imagen poco a poco se fue desvaneciendo. Después del matrimonio, la distancia con Burgos se acrecentó y la cordialidad con la familia se perdió por completo. Su hija empezó a contarle sobre maltratos.
“La semana que Maureen desapareció, él era otra persona; me daba mucho miedo. Al final, las juezas lo hallaron culpable del homicidio de mi hija, algo que yo ya había sentido en mi corazón”, señaló Mora quien durante la vela de su hija vivió uno de los momentos más tensos cuando Luis Fernando Burgos llegó al templo de Paso Ancho.
“Cuando se acercó a besarme y puso sus manos en mi cara, sentí una angustia que todavía no puedo describir. En el fondo quise pedir a los hombres que estaban a mi alrededor que lo detuvieran, que lo sacaran, pero me contuve”, afirmó.
Ante la incertidumbre por el futuro de la acción civil que ganaron en el juicio, Mora afirma que se mantiene distante de ese tema y lo delega en sus abogados. “Ellos (Henry Vega y Alfonso Ruiz) son los que saben de eso. Son de nuestra total confianza porque son seres humanos muy especiales”, concluyó.
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