Alejandro Arley Vargas
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Una por una, David Calderón revisa las hojas del periódico “El Costarricense” de 1873.
Con paciencia y esmero repara las que están dañadas con un papel libre de ácido y una goma natural hecha a base de maíz.
Aprendió a restaurar en la biblioteca y tiene siete años de laborar ahí. Es uno de los celosos protectores de los libros.
“No solo el paso del tiempo los daña. También los insectos, temperatura, la humedad y el mismo químico que tenga el papel”, comentó Calderón.
Para repararlos coloca el papel especial bajo la hoja dañada para evitar que se siga rompiendo.
A Calderón le gusta, aprovecha el proceso para leer un poco las noticias de la época.
“Antes el robo de un chancho era un suceso de primera página. De verdad eran otros tiempos”, relató.
Tras ser restaurados, muchos de los libros o periódicos son cocidos a mano en una labor minuciosa que realiza Diego Alfaro.
“Tengo un año y medio de trabajar aquí y me gusta mucho”, contó el joven de 26 años.
Una vida entre textos
Flora Villalobos tiene 32 años de trabajar en la biblioteca. Ella ve con optimismo la modernización del edificio y el sistema.
“Uno aprendió a dar servicio al usuario de una forma pero ahora con las nuevas tecnologías hay que adaptarse y lo hemos hecho bien”, comentó.
Villalobos labora en el archivo documental y también es una de las funcionarias que tiene más contacto con el público.
“Me gusta ayudarlos y orientarlos”, concluyó.
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