Antonio Alfaro, periodista
analfaro@aldia.co.cr
Aficionados. Los hay de cara pintada, también muy discretos, de bandera en mano, bufanda y corneta. Los hay de madrazo a flor de boca o de silencioso análisis. Hay fieles, masoquistas, ocasionales, casi entrenadores...
Los “hay así y asá”, tan distintos que resulta poco acertado juzgarlos a todos bajo el título común de “aficionados”, menos aún el de “estúpidos”, como lo hizo Alonso Solís en un momento de... por qué no decirlo... estupidez, poco usual en él, uno de los jugadores más gentiles que he conocido en casi 16 años de periodismo.
El jugador debe saberlo, manejarlo o al menos tolerarlo: el estadio tiene de todo y para todos. Quien no maja ni una hormiga, en las gradas podría convertirse en aquel que le recuerda la madre y hasta la abuela al árbitro o al rival. ¡Hasta la novia más linda, de repente, saca el diccionario y da clases de español!
Yo le llamo el efecto “Tribilín”: ¿Se acuerda usted de aquel capítulo de Disney, cuando “Tribilín”, ciudadano ejemplar, se transforma en un loco al volante?
Están por supuesto los críticos y los traidores, que no son la misma cosa. Manejan la disconformidad de manera diferente. Los primeros son necesarios (¡y aún hay plazas vacantes!).
El crítico grita ¡Paraguay!, o nombres semejantes pidiendo fogueos para una “Sele” sin mayor idea de su nivel real. El traidor grita ¡Haití! Se traiciona a sí mismo, al deseo que lo hizo ir al estadio en un mojado día.
© 2008. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.