Domingo 26 de octubre de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Graffitis abundan en paredes de San José, San Pedro y Tres Ríos
El poder de una lata de spray
Jóvenes con talento artístico aprovechan la noche para hacerlos sin permiso
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    En el túnel que comunica Tres Ríos con la pista a Cartago, alguien le indica la ruta. Fotos de Alejandro Arley.
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    Las tapias traseras de este residencial, en Hacienda Vieja, están llenas.
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    Este monstruo se ubica a un costado del Hospicio de Huérfanos.
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    Las criaturas se apoderaron de casi todo el edificio Saprissa de la UCR.
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    Andrés retocó el miércoles pasado este tanque que hizo con unos amigos.
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    Los graffitis acompañan a los niños en un parque cerca del colegio Calasanz.
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    “Piloy” es creador de la imagen en el puente peatonal de Hacienda Vieja.
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    El antiguo cine California tiene graffitis de gran tamaño por todas partes.
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    Algunos dibujos se pintan con brocha, dependiendo de la pared.

Alejandro Arley Vargas
aarley@aldia.co.cr

Pone el cigarro en la acera y se recoge el pelo. Esta vez no va a usar los guantes.

Agita un poco la lata y dos segundos después, la pintura negra se adhiere en la pared norte del edificio de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL), en el barrio La California.

Tras pintar el rostro de una mujer, con ayuda del esténcil, Andrés Sagot, de 21 años, retoca uno de sus graffitis favoritos: un tanque de guerra verde que hizo con dos amigos.

“Este me lo rayaron y me da mucha chicha, por eso vengo a arreglarlo”, me cuenta mientras vigila que no aparezca la Policía.

Dos “guachimanes” son sus campanas y le avisan cuando se acerca la “ley”.

Alto, delgado, pelo largo lleno de colochos. No tiene miedo de que se sepa quién es.

El muchacho no se inmuta ni con las cámaras de vigilancia que hay en el edificio. Desde hace dos años y medio hace graffitis.

Sabe que es prohibido, que no tiene permiso, pero la adrenalina y su arte pueden más.

Al igual que él, muchos graffiteros de San José, San Pedro y Tres Ríos, salen a diario en busca de algún espacio nuevo para dar rienda suelta a sus creaciones.

Puentes, túneles, tapias de casas, monumentos, parques públicos o infantiles, son parte de los sitios más buscados.

Estilo de vida

Andrés salió el miércoles pasado a las 9 p.m. de la “U”, donde estudia diseño gráfico.

En su bulto siempre carga las latas de pintura en aerosol, bocetos en lápiz y los moldes para hacer los trabajos más rápidos.

“Me gusta porque es arte. Los más grandes los trabajo con uno o dos amigos y tardamos unas dos horas”, relata el joven.

Después de las 10 de la noche, cualquier hora es buena. Brujos, alienígenas, letras, demonios, monstruos, criaturas de leyenda y personajes imaginarios cobran vida en la oscuridad.

“Esa es la idea, hacerlos tarde para que al día siguiente la gente se sorprenda ”, comenta Andrés.

La California, inmediaciones de la UCR, Tibás, a los lados de la autopista de Cartago y Tres Ríos, son parte de los sitios más “tatuados” por estos jóvenes.

Este tipo de graffiti requiere de mayor talento y conocimientos. No son los clásicos mensajes de protesta política que se hacen en cuestión de dos minutos.

Los pintores clandestinos combinan colores, usan bases en paredes complejas y sus trabajos, de hasta dos metros de altura, los realizan a mano alzada.

Mi reunión con Andrés ocurre justo cuando creí que no iba a encontrar a algún graffitero.

Con “Piloy”, otro de los más conocidos, solo intercambié algunos correos electrónicos.

Lo último que me dijo fue que iba a México, con tres personas más, a representar a Costa Rica en el “Meeting Styles” (reunión de estilos), una actividad internacional de graffiti.

Piloy también es Dj y tiene su propia página en Internet.

Andrés comenta que los graffiteros tienen grupos y algunos se encuentran en bares capitalinos.

El suyo se llama INC, por “incontrolables e incompletos”. Hay otros como el THC con el que le gustaría trabajar.

La mayoría son jóvenes con mucho talento para la pintura o estudios en artes gráficas.

“Mi papá sabe que lo hago y no está de acuerdo porque me puedo meter en problemas. Con mi mamá es diferente, no se enoja”, agrega Andrés.

Ahí recordé que lo más parecido a un graffiti que yo hice de chiquillo, fue una que vez pinté con crayolas la pared del cuarto y mi mamá casi me mata.

La reunión con Andrés concluye en el parquecito de un residencial en Tibás. “Todos estos son míos, pero a los vecinos no les molesta, de hecho me dieron permiso”, afirma con orgullo.

Tiene fobia a los payasos

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Uno de sus graffitis consentidos.

Andrés Sagot tiene fobia a los payasos y por eso pintó uno con aspecto muy aterrador en el residencial Parque del Norte, en Tibás.

Este fue el sitio donde se inició como graffitero. “Aquí hice las primeras pruebas con colores y figuras”, expresó el muchacho.

Cuenta que pidió permiso para trabajar en las tapias de varias casas y los vecinos aceptaron. Otras de las obras es el rostro de su exnovia.

Andrés tiene alrededor de 40 graffitis en Tibás y La California, pero muchos de ellos desaparecen cada semana.

“A veces los borran, los pintan o arreglan las paredes donde uno trabajó”, aseguró Andrés.

El joven universitario sabe que su actividad es ilegal, pues pinta en edificios públicos o propiedades privadas sin autorización. “En casas no me gustar hacerlos, en edificios sí, pero de verdad no es por hacer un daño. Es algo que nace y me dejo llevar”, concluyó.

Unos resignados, otros molestos

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“Piloy” también hizo uno en el túnel que comunica Tres Ríos con la pista Florencio del Castillo. Alejandro Arley.

Tener un graffiti en la tapia de la casa o una propiedad no es cosa que le agrade a todos.

“Creo que es falta de educación y el lugar se ve feo”, comentó Víctor Mayorga, vigilante privado que trabaja en La California.

“Dejan una mala imagen en el lugar y los niños ven eso”, dijo Sonia Nieves, quien llevó a sus nietos a un parque lleno de dibujos cerca del Colegio Calasanz.

Arnoldo y Rodrigo Pacheco, adultos mayores vecinos de San Pedro, se resignaron a que sus casas tengan los graffitis.

“Ya no me importa que se vea así, si pinto, lo rayan de nuevo”, manifestó Rodrigo.

En la Compañía Nacional de Fuerza y Luz informaron que desde hace cinco años tienen el problema en La California.

El edificio se pintaba cada siete meses, pero no había forma de que lo respetaran. Entre las propuestas de solución, está el convocar a los graffiteros el próximo año para que hagan un mural.

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Con una lata basta y sobra para graffitear. Alejandro Arley.

“Al menos sería algo ordenado”, expresó Rocío Pérez, de la oficina de prensa de la compañía.

En la UCR el panorama es similar con el edificio Saprissa, ubicado al frente del pretil.

Las paredes sur y este están repletas, pero en la norte dieron permiso para hacer dos.

“Es algo muy difícil de controlar, por eso solo vigilamos que las pinturas no sean ofensivas”, sostuvo Johnny Badilla, director de la oficina de Servicios Generales de la UCR.

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