Lázaro Malvarez
redaccion@aldia.co.cr
A los 43 años, Bernard Hopkins volvió a usar su máscara de verdugo para demoler a uno de los mejores boxeadores libra por libra del mundo, Kevin Pavlik, de 26, y demostrar que a veces en el pugilismo, la experiencia vale más que la juventud.
A Hopkins, con marca de 49 éxitos, cinco fracasos y un empate, lo recordamos por sus apabullantes victorias ante Félix Trinidad y Antonio Tarver, en peleas en las que no partía como favorito, el nocaut que le propinó a Óscar De La Hoya y también por el gran carisma y simpatía que demostró durante una visita a Costa Rica.
Pero, la vida de Bernard no siempre ha sido color de rosa. Una infancia sumida en la pobreza desembocó en una adolescencia de pandillero, que lo llevó a cumplir una condena de cuatro años y medio por robo a mano armada y una salida de prisión con la promesa de nunca más volver a delinquir.
Tras la amarga experiencia entre las rejas, se convirtió en campeón de peso mediano y defendió su corona en 20 ocasiones, pero algunos entendidos creían que en el 2008 estaba cerca la hora del adiós.
Ante del combate con Pavlik, muchos pensaban que Hopkins daría una buena pelea, pero no podría mantenerse a la altura de la juventud y la dureza de los golpes de su joven contrincante.
Bernard doblegó a las adversidades; fue más activo, lastimó a su rival varias veces y lo tuvo al borde del nocaut para terminar con una holgada decisión unánime que pocos esperaban.
Con esta demostración, el veterano Bernard Hopkins hizo méritos suficientes para ser considerado como el más grande boxeador mayor de 40 años en la historia, por su puesto sin faltarle el respeto al semipesado Archie Moore o al multifacético George Foreman.
© 2008. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.