Antonio Alfaro
analfaro@aldia.co.cr

Esta es la historia de un hombre con cuatro testículos, aunque usted no lo crea y muchos no lo entiendan.

Ya es un hombre mayor y no tengo el gusto de conocerlo, pero quienes me hablaron de él merecen mi credibilidad.

Tampoco daré muchos santos ni señas por falta del permiso de don Juan para contarles su historia.

Es un hombre de campo, de por “La Villa” y más allá, de entrar a la siembra, de no rendirse ante el sol abrasador ni de arrugarse por poco o casi nada, ni siquiera frente al cáncer que le ha tocado soportar.

Nació, o creció, con cuatro testículos. Un par –los que Dios le puso entre las piernas– se los cortaron hace algún tiempo por una enfermedad. Los otros dos, los que Dios le puso en el corazón, la mente o en el alma, aún le sirven como en los años mozos.

Muchos lo vieron, después de operado, tomar la pala, surcar la tierra, sembrar frijoles, cosecharlos, recogerlos, jalarlos, sudar la gota gorda hasta que los años y la vida se lo permitieron. En compensación, no padeció falta de voluntad o coraje ni de vagancia.

Hoy se sabe pronto a partir a surcar otras tierras y hasta mandó a hacerse la caja para probársela, según él.

¡Ya pudiéramos todos aceptar el destino cuando nos llegue la hora! ¡Ya pudiéramos todos llegar al último día con su coraje!