Alvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
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Este tiempo, llamado “ordinario”, nos permite profundizar en Jesucristo, en sus misterios y palabras en bien de la humanidad. Este tiempo es hoy interrumpido por una solemnidad sensible para los costarricenses, la fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles. Con ello, la lectura de San Marcos se interrumpe y se nos propone el misterio de la maternidad de aquella que, elegida por Dios desde antes de los siglos, es el puente que hace posible el ingreso en la historia del Hijo de Dios.
María se nos muestra hoy en su vida luminosa y firme, sencilla y transparente, prudente y dócil, y nosotros nos gozamos por la fuerza y presencia de Dios que hay en ella, la protagonista, con su hijo Jesús, del inicio de la nueva creación que Dios realizaba en la humanidad.
A María se le conoce como la nueva Eva, madre de la nueva humanidad. Ella, en su fe y determinación, hizo posible que el Verbo tomara carne. María es la que Génesis anunciaba como la que tendría perpetua enemistad con la serpiente, la virgen que Isaías dijo que concebiría y daría a luz al “Dios con nosotros”.
Al abismarnos en la profundidad inmensa del misterio de la redención de la humanidad, es posible notar que si Jesús se plantea como el nuevo Adán, responsable de comenzar la nueva creación, María, la que realizó el homenaje de obediencia a Dios, sumisa por entero al misterio, es la nueva Eva correspondiente a este nuevo Adán. María, además de ser la madre del Hijo de Dios, adquiere un nuevo rol. Como la Eva original, era madre de toda la humanidad y asume en Cristo la maternidad de la humanidad redimida.
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