Rodolfo Martín y Julio Peña, corresponsal
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Nicoya, Guanacaste. - El diputado guanacasteco Saturnino Fonseca tuvo un despertar abrupto cuando el grito de “¡Nino se comen los pollos!” lo obligó a saltar de la cama y correr hacia el gallinero, armado con un revólver calibre 22, según él mismo narró.
Eran las 5:30 a.m., el sol apenas despuntaba sobre los cerros en El Rosario de Nicoya y algunos rayos tímidamente invadían la privacidad del cuarto.
Don “Nino” recuperaba fuerzas tras una semana de trabajo como “padre de la patria”.
Afuera, el gallinero estaba alborotado.
Las aves cacareaban enloquecidas, los pollos piaban y el aleteo del gallo chompolón defendiendo a capa y espada su familia del ataque de una boa.
Wally, uno de sus hijos, fue más rápido, llegó primero y le abrió la puerta a don “Nino”.
Fue en ese instante en que, accidentalmente, se le accionó el revólver y el diputado se hirió en el muslo izquierdo.
A partir de ese momento, ya nadie se acordaba de los estragos que venía haciendo la serpiente porque lo prioritario era llevar al diputado al hospital de La Anexión, en Nicoya.
Ahí, tras el tedioso papeleo que tiene que hacer todo asegurado, don “Nino” no solo fue atendido por el mal que le aquejaba, sino que también los médicos aprovecharon para recomendarle bajar de peso, ya que es un potencial paciente de la influenza humana, según recordó.
A media mañana, Fonseca ya había regresado a las labores propias de un diputado.
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