Domingo 11 de enero de 2009, San José, Costa Rica
Nacionales | Bautismo del Señor
Tú eres mi Hijo muy querido
  • AlDia.cr
    El Bautismo del Señor inaugura el anuncio del Reino de Dios y Jesús inicia la nueva creación. Internet.

Alvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Con la fiesta de hoy del Bautismo del Señor, terminamos el tiempo de Navidad. La Iglesia se ha complacido ante el Niño en el pesebre. La meditación de la Santa Infancia es fuente de riqueza espiritual para todos.

Pero a la misma Iglesia le urge que el Niño crezca, que anuncie el reino, que sea capaz de realizar la obra de salvación que se le encomendó. Por ello cierra la Navidad viendo a Jesús crecido y capacitado para la tarea. Así, esta fiesta también es útil para iniciar el tiempo ordinario, el tiempo en que meditamos a Cristo, Salvador del mundo.

La fiesta del Bautismo del Señor nos lleva al inicio de las cosas, a la génesis misma del mundo. Así como en el principio el Espíritu se cernía sobre la superficie de las aguas, en la escena que hoy contemplamos, el que va a ser Redentor de la humanidad brota de las aguas esenciales y es señalado por el Espíritu eterno como Salvador.

Jesús está a punto de iniciar su misión y busca a Juan Bautista, que predicaba junto al Jordán. El evangelio asegura que Juan se veía como un siervo del Mesías, anunciador de su llegada. Él decía no ser digno de desatarle las sandalias.

Jesús, pues, se acerca a Juan. Quiere ser bautizado. Es claro que no viene por un bautismo de regeneración, sino que quiere inaugurar su tarea.

El Padre de los cielos convierte la escena en una escuela personal para Jesús. Él nació de las entrañas de María. Ahora, al salir del agua, oye al Padre Dios decirle: “Tú eres mi Hijo muy querido”. Igual que su Madre le presentó a los pastores y a los magos del Oriente para que le adoraran, el Padre quiere empezar a presentarle ante el mundo, señalándolo como su “predilecto”. Por fin, igual que la estrella le distinguió entre la multitud, Jesús ve cómo el Espíritu Santo le reconoce entre la muchedumbre y, así como la paloma va derecho al lugar de su origen, viene a él para habitar en él. El Espíritu sabe que Jesús es su hogar perpetuo.

El Bautismo del Señor, además, inaugura el anuncio del Reino del Padre y constata que Jesús inicia la nueva creación. El Señor aparece ante nuestros ojos, finalmente, como nuevo Moisés que, rescatado de las aguas, inició el proceso que culminaría con la ruptura de las cadenas de esclavitud que ataban de pies y manos a sus hermanos.

Finalmente, nosotros confesamos que Dios nos hizo sus hijos en la fuente bautismal. Esta es nuestra fe: Cristo, que asumió nuestra carne y sangre, santifica las aguas comunicándoles fuerza redentora que se nos transmite en el bautismo. La acción salvífica de Dios actúa en su Hijo predilecto, Jesús, que sintetiza todo: el Espíritu, el agua y la sangre. Jesús como Dios que es, habiendo iniciado las cosas en las aguas primordiales, las restaura en las aguas bautismales.

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