Fue un domingo que nunca olvidará el presidente hondureño Manuel Zelaya cuando un grupo de 200 militares armados dispararon a los llavines de su casa y con ráfagas de metralleta se enfrentaron a su guardia de honor para derrocarlo.

A empujones lo metieron a un carro y lo trasladaron a la Fuerza Aérea Hondureña, donde lo subieron a un avión que aterrizó en Costa Rica a las 8:10 de la mañana.

“Este es un país demócrata, gracias a Dios no me han asesinado, es un país que no tiene este tipo de gorilas”, declaró Zelaya en una conferencia de prensa junto al presidente Óscar Arias.

Zelaya calificó de secuestro su expulsión de Honduras. “Un acto violento y brutal”, agregó.

“Solo el pueblo me puede quitar o poner”, dijo en Base Dos del aeropuerto internacional Juan Santamaría, donde fue llevado por militares hondureños que lo abandonaron en nuestro país.

A las 8 p.m. del domingo, doce horas después de su arribo a Costa Rica, el hondureño viajó a Nicaragua para reunirse con los otros mandatarios del continente que lo apoyaron y repudiaron el golpe de Estado perpetrado por los militares en ese país del istmo.