Washington / EFE.- La jueza Sonia Sotomayor, de 55 años, tiene asegurado el “sí” para convertirse en la primera magistrada hispana de la Corte Suprema de Estados Unidos, tras ser nominada al cargo por el presidente de la nación, Barack Obama.
Ella cuenta con los votos suficientes (60) para obtener con holgura el visto bueno del Senado, un requisito imprescindible para entrar en el exclusivo club de nueve personas que integran la Corte.
Y también tiene el apoyo de los republicanos, que el jueves anunciaron que se abstendrán de intentar algún mecanismo dilatorio para aplazar la votación sobre la entrada de Sotomayor al Tribunal Supremo, que tendrá lugar en las próximas semanas.
A pesar del anuncio, la descendiente de puertorriqueños tuvo que defenderse de las críticas, pues algunos de esos senadores la tildaron de racista. La causa fue un discurso del 2001, en el que dijo que una mujer latina “sabia” tendría más elementos de juicio a la hora de emitir un dictamen, que un hombre blanco que no hubiera contado con esas experiencias.
A lo largo de sus audiencias de confirmación realizadas esta semana, los republicanos aludieron de manera reiterada a esas declaraciones, aunque volvieron a reconocer que, “salvo un desastre”, será la primera latina y la tercera mujer, en ocupar el cargo en la Corte.
Sobre el comentario que le acarreó problemas, Sotomayor respondió “fue malo porque dejó la impresión de que creía que las experiencias de la vida decidían los resultados en un caso, pero eso no es lo que hago como juez”.
Luego de las críticas, la jueza prometió aplicar la ley de forma imparcial: “Mis experiencias personales y profesionales me ayudan a escuchar y entender, pero la tarea de un juez no es hacer la ley, sino aplicarla”.
El camino a la Corte
para Sonia, cuya modestia y hablar suave esconden una férrea dedicación a su trabajo, será el cumplimiento de su sueño de niña, cuando desde su humilde casa en el Bronx neoyorquino leía las novelas de la detective Nancy Drew y soñaba con hacer cumplir la justicia como el abogado televisivo Perry Mason.
Hija de inmigrantes puertorriqueños, Sotomayor se quedó sin padre a los nueve años. Su madre, Celina, asumió las riendas del hogar y se encargó de criarla a ella y su hermano, inculcándoles que el trabajo duro y la educación eran la mejor forma de progresar.
A los ocho años, a la pequeña Sonia se le diagnosticó diabetes, algo que parecía poner fin a sus sueños, pero, como recordó Obama, ha demostrado que “no importan los orígenes que uno tenga o los desafíos que la vida te presente. No hay sueño que no pueda alcanzarse en EE. UU.”.
Su talento, perseverancia y el apoyo familiar, le otorgaron una beca para estudiar en la prestigiosa Universidad de Princeton y luego llevó Derecho en Yale.
Tras licenciarse, comenzó a trabajar en la oficina del fiscal de distrito de Manhattan, en Nueva York, puesto que ocupó de 1979 a 1984. Y en 1991 el presidente George Bush (padre), la nombró la primera jueza federal hispana en Nueva York.
Su decisión más memorable en el citado tribunal se produjo en 1995, cuando puso fin a la huelga de siete meses de las Ligas Mayores de Béisbol, al respaldar la posición de los jugadores y no la de los dueños de los clubes.
El mandatario Bill Clinton, por su parte, la designó en 1997 para el Segundo Circuito Federal de Apelaciones. Sotomayor se divorció siendo joven y nunca se volvió a casar ni ha tenido hijos.
Si todo sale como se espera, para el primer lunes de octubre, cuando se reanuden las sesiones del Supremo, podrá disfrutar intensamente de su nuevo trabajo: defender la ley, como siempre soñó, pero desde lo más alto.
Un cargo de mucho poder
AFP.- Durante las audiencias para ratificar a Sotomayor, comparecerán los más variados testigos, desde el exdirector del FBI, Louis Freeh, que la apoya, hasta Linda Chávez, una militante conservadora que está en contra suya.
El presidente de EE. UU., Barack Obama, no ha escatimado elogios para la jueza, que al igual que él, muestra una historia de redención que gusta a los estadounidenses: la trayectoria de un miembro de una minoría, de infancia pobre, que escaló hasta la cima del mundo judicial.
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