Se le quebró la voz, la emoción pudo más y el “Pato” lloró. Las lágrimas recorrieron sus mejillas cuando la dirigencia de la Liga le entregó su camisa, la rojinegra que usó, defendió e hizo grande con su fino y buen toque de balón.

Wílmer lloró el miércoles pasado ante su gente, frente la afición que le llenó el estadio, la que llevó una gran manta y la colocó a un costado de la cancha, en la cual se leía: “hasta siempre ídolo”.

Y eso fue el “Pato”, un ídolo, un grande, un talentoso, a quien la fama no se le subió a la cabeza. ¡Qué gran despedida!, sin duda la mejor que la afición le ha hecho a un futbolista en los últimos años.

“Esto es un sueño hecho realidad”, dijo Wílmer hijo, quien deseaba jugar junto a su padre.

El “Pato” seguirá volando en Alajuelense. El equipo le ofreció un puesto para que supervise las ligas menores buscando nuevos talentos.