Ana Coralia Fernández, periodista
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Y es que vieras que ella parece una chiquilla… con casi veinticinco y todavía le gustan las fábulas… ¡Estoy deseando que paguen para ver si saco los anillos… ¿Por lo civil no importa verdá, es igual que por la Iglesia?

- Sí yo creo… ahí lo importante es que se lleven bien…

- Pensamos en “juntanos”, pero es más bonito “casaos”… Tengo que apurarme en sacar lo del empeño… ¿Verdá que si pasa un mes no le pueden quitar a uno la prenda? Es que ocupaba la platilla para lo del arroz con pollo de la fiesta y atender a los que vienen de allá…

- Ajá, no hay problema con eso.

- ¿Siempre me va entregar usté? Ante todos vas a quedar como mi mama…

- Sí, lo raro es que vos sos tico y yo soy nica…

- Y eso qué importa… ¿Cuánto costará una buena mudada?

Los minutos moribundos en la fila del banco comenzaron a resucitar. Yo, que tenía el numerillo de papel hecho un colocho, empecé a notar con asombro que se agudizaban mis sentidos y poco a poco la bulla de la agencia disminuía y quedaba en primer plano aquella conversación.

El ilusionado novio con pantalón de mezclilla, tenis y salveque. La madrina, morena, gruesa, con enaguas, blusa sencilla y zapatos sencillos. Siguieron hablando de los planes para la boda, detalles más, detalles menos, pero me detuve en ellos porque ni la crisis, ni el pesimismo, ni la falta de todo pudo con la ilusión de aquel hombre.

Me regaló toda una lección de optimismo y casi me sentí tirando arroz y brindando con sidra por los novios, por la vida, por la esperanza…