Roxana Zúñiga Quesada, periodista
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En el campeonato mundial de la automedicación, los ticos somos los monarcas, con la defensa menos goleada, la delantera más eficaz y el equipo más disciplinado.
Ante un buen “achuuuuuuuú”, sonoro y pringante, surgen multitud de recomendaciones: “Estas pastillas se las entregaron a mi abuelita hace cinco años. Como ella ya murió de un resfrío mal cuidado, tal vez le sirvan a usted. Solo tienen un año de vencidas, aún deben curar la gripe…”.
Si es el colon el que baila cumbia y merengue en nuestro estómago, los consejos llegan puntuales como el cobro de los impuestos.
“A mi papá se le ponía la panza como un globo… y aquello era una retreta en el parque de Heredia un domingo en la mañana. Por eso, mi mamá le daba estas píldoras mágicas que le habían mandado a mi tía…”.
Además, si la continua renuncia de ministros genera algún dolor de cabeza, el remedio emerge de algún amigo. “Tómese esta cápsula verde y blanca”.
Los números gritan. Los errores en el consumo de medicinas provocan 7.000 intoxicaciones cada año.
¿Se imaginan cómo son los políticos para tragar pastillas? Don Óscar y don Ottón… solo nosotros sabemos cuál se debe tomar.
Doña Laura y doña Epsy: ¿Serán buenas? ¿No habrán caducado? ¿Quién puede ayudarnos, que no sea El Chapulín? Don Otto… consumo cualquiera (aunque me caiga mal) porque para eso tengo libertad total.
Los de la “Gran Comilona”: ¿También son gratis?
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