Mauricio Astorga, actor
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México D.F. La semana pasada les comentaba sobre lo maravillosa que es la celebración del Día de Muertos en México. Es una tradición única en el mundo.

Lo más simbólico de esta celebración es la ofrenda de muertos. Especies de altares dedicados a los difuntos, que se colocan en la mayoría de los hogares y lugares públicos.

Ahí ponen la foto de los muertitos a los que se quiere honrar y se les ofrecen todas las cosas que les gustaban cuando estaban de “este lado”: Cigarrillos, tequila, café, dulces, pan, chocolate, mole, tacos...son parte del menú que se le prepara a los muertitos. Si son almas de niños, hasta juguetitos para que se diviertan.

Porque la tradición dice que en la noche de muertos, los difuntos bajan del cielo para compartir con los vivos y disfrutar lo que les ponen en su ofrenda.

El altar está decorado con “papel picado”, que son como banderines de papel chinilla, cortados con formas de “catrinas” o muertes y demás alegorías de esta fecha. No pueden faltar las veladoras y las amarillas flores de cempasúchil (a las que le atribuyen el don de atraer y guiar las almas de los difuntos), así como las calaveritas de azúcar decoradas con vivos colores. En el centro de estos altares están las fotos de los difuntos.

La noche del primero de noviembre, los mexicanos van al cementerio a pasarla ahí, compartiendo, comiendo y tomando con sus finados.