Mauricio Astorga, actor
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México D.F. Me fui a pasar la noche al cementerio para celebrar el Día de Muertos al mejor estilo mexicano.
Muchas personas tienen la tradición de pasar esta noche con sus difuntos, hasta amanecer entre las tumbas bebiendo, comiendo, rezando y haciendo recuerdos. Puede sonar macabro, pero es de las celebraciones más hermosas que he visto.
Al entrar al cementerio iluminado por cientos de veladoras, pasamos a un mundo distinto que solo existe durante dos noches al año y luego se desvanece. Un mundo en el que conviven en un solo espacio, vida y muerte, gozo, tristeza, realidad y fantasía. Estamos en medio de un cementerio, pero a casi nadie parece importarle ese detalle, ni siquiera a los niños, muchos de ellos disfrazados de Batman o Drácula en una particular mezcla con Halloween. Ellos saben que todo esto es una fiesta.
Todo está lleno del aroma de la flor de cempasúchil, de deliciosas comidas sobre las tumbas, que se ofrecen a los muertos y después las saborean los vivos.
Es una forma muy peculiar de saludar a la muerte; una forma de hacerla suya, de convivir con ella y de aceptar que es parte del destino de todos.
En medio del camposanto se escucha un mariachi. Tampoco puede faltar el cuenta chistes, ni el que justo en ese lugar comienza a contar historias de aparecidos. Y, ya entrados en confianza, hasta aparece el tequilita para vencer el frío.
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