Mauricio Astorga, actor

México D.F. Hace unos años, actuando bajo la dirección de la maestra María Bonilla en el Teatro Universitario, tuve la oportunidad de ir de gira a Uruguay. Apasionado al fútbol como soy, una de mis grandes ilusiones en ese viaje era conocer el Estadio Centenario de Montevideo.

Al día siguiente de nuestro estreno tuvimos la mañana libre. Así que me fui solo a mi encuentro con la historia.

Tomé el bus que me indicó un vendedor de souvenirs de fútbol, a quien le compré un banderín del Peñarol y un llavero del Nacional, los principales equipos de Uruguay; y media hora después estaba llegando a un lugar parecido a La Sabana de San José, llamado Parque Batlle. Ahí estaba, imponente, el mítico Centenario.

Una gran emoción me invadió en ese momento. Recuerdo que yo acariciaba sus paredes como si quisiera que el sitio se me impregnara de esa manera para siempre. No me cansaba de ver desde lo alto su gramilla, imaginando todas las hazañas deportivas que ahí se habían gestado.

Y así estuve horas dejando correr mi imaginación y tomándome fotos.

Es uno de los recuerdos más bonitos que tengo de un escenario deportivo.

Esta semana fue escenario de un trago muy amargo para nuestro fútbol. Una dura lección que espero haga reflexionar a nuestros dirigentes sobre la calidad de nuestro campeonato, el trabajo en ligas menores e infraestructura.