Isaac Zúñiga Keith
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“De carajillo me acuerdo cuando venían a Siquirres, Saprissa o la Liga, y le pedía autógrafos a los jugadores... parecía que uno les estorbaba”.

Ese momento en su niñez quedó bien archivado en la memoria de Esteban Alvarado, el mejor guardameta del pasado Mundial Sub-20, que se jugó en Egipto.

Él siempre añoró ser futbolista profesional, pero eso sí, teniendo claras sus raíces y los pies bien puestos en la tierra, para no repetir lo que le hicieron a él.

La sencillez del joven se desborda a flor de piel y tras el guante de oro obtenido (máxima distinción que ha recibido un jugador costarricense en un mundial), se mantiene ecuánime. A él los humos no se le suben a la cabeza.

“No me considero agrandado, ni quiero serlo. Yo me crié en el barrio. Soy humilde, sencillo. No hay que olvidarse de dónde viene uno, hay que ser natural”, comentó el portero de la “Sele”, quien es ficha del Saprissa.

La humildad y el carisma que lo caracterizan, son cualidades que empezó a forjar desde pequeño. Aquella fue una época en la que mezclaba las mejengas con las travesuras.

“Era bien tremendo, necio, malo, la oveja negra. Pasaba mucho en la plaza mejengueando y jugando en los ríos, más cuando estaba en el colegio”, le contó entre risas a VIP, el siquirreño.

No por nada en más de una ocasión las fajeadas y jalones de orejas por sus tortas estaban a la orden del día.

“Fueron tantas. Una vez una gente estaba chapeando unos lotes con cortadoras de zacate. Cuando se fueron a comer yo las agarré, les saqué la gasolina y les puse agua de pipa. Lo peor fue que se dieron cuenta porque no les encendían, le contaron a mis papás y me reventaron. Tenía como siete años”.

De la ilusión a la realidad

Esteban tampoco olvida sus inicios en el fútbol. Cuando tenía que viajar desde el Caribe todos los días a San José a entrenar, haciendo un gran esfuerzo que hoy, es cuando más lo valora por los frutos que le ha dado.

“Era duro, cansado, una gastadera de dinero. A veces debajo de unos aguaceros, pero no me importaba el sacrificio, yo estaba muy motivado”, destacó.

“Recuerdo una vez que olvidé los tacos y me tocó entrenar en tenis. Llovió y me tuve que devolver todo mojado a Siquirres. Todo esto ahora lo veo como el premio a ese esfuerzo. El que persevera alcanza y me alegro haber tenido que vivir eso”, agregó “Dida”, como le decían al caribeño en Egipto por su parecido al guardameta brasileño.

Ahora que ese sueño de niño se le ha hecho realidad y tras lo vivido en el mundial de la categoría Sub-20, a Esteban Alvarado no solo le quedó el grato recuerdo y la distinción individual. Tiene una enseñanza de vida: nunca darse por vencido y luchar por sus sueños hasta el final.

“El mundial me dejó una lección: provarme a mí mismo que lo que uno sueña, así caiga y tenga que levantarse mil veces, lo puede conseguir”, aseguró el joven, a quien le gustaría emular lo hecho por el arquero del Chelsea Petr Cech. Sobre el futuro Esteban es cauto en sus palabras. Eso sí, contó que desea sacar el bachillerato.