Antonio Alfaro
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Si el que peca y reza, empata, yo a menudo me voy a penales, cumpliendo el primer requisito del cristiano “light”: pecar y rezar, pecar y rezar a buen ritmo, sin nada más.
A lo mejor usted también cumplió algunos requisitos en Semana Santa: haber sacado un ratito para meditar o al menos haber visto de reojo “La Pasión” de Mel Gibson. A lo mejor hasta asistió a alguna celebración al templo, rezó un poco y salió con la cara de quien compró boleto de palco para ver el próximo clásico de los Santos contra los Diablos, sentado justo al lado de “Tatica”.
La verdad, volvimos de la Semana sin un pelo de santos, sin cara de Pedro, sin el dinero de Judas, quizás ni el arrepentimiento de la Magdalena, al menos no tan profundo. De todas formas, no es grave. Ya éramos buena gente (otro requisito del cristiano “light”).
Volvimos de Semana Santa siendo los mismos, pensando más en el domingo de clásico que en el de Resurrección. Dios lo tiene claro, pero lejos de ofenderse, está lanzando un 2x1: por cada buena obra, por sencilla que sea, dos pecados perdonados.
Y por si fuera poco, ofrece sin costo adicional llenarnos el día de oportunidades: el compañero que sin mostrarlo ocupa un saludo de buena gana, el trozo de pan al hambriento, hasta un “con mucho gusto” sentido cuenta. El juego es hacerle grato un segundo a los otros. Así, hasta el que peca y reza, gana.
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