Brasil / AFP y EFE.- Río de Janeiro despertó ayer enlutado por las 133 muertes que dejaron las torrenciales lluvias y deslizamientos de tierra de los últimos dos días, un balance que podría aumentar mientras siguen las tareas de rescate en una ciudad que se mantiene “en alerta máxima”.

El último parte contabiliza, además de los muertos, 1.700 personas desalojadas y casi 11.000 desplazados, según la Defensa Civil brasileña.

La situación más grave es la que vive en Niterói, a 13 kilómetros de Río, donde se han confirmado hasta ahora 67 muertos, mientras rescatistas buscan a los desaparecidos en 16 lugares donde ocurrieron derrumbes.

El grueso de los decesos se verificaron tras aludes de lodo en las favelas, barrios pobres establecidos en las laderas de las colinas.

Dentro del dramatismo de la situación, las autoridades fueron ayer algo más optimistas ya que las nubes de lluvia comienzan a disiparse.

Pero advierten que aún están lejos de controlar los riesgos asociados a las precipitaciones récord registradas en el estado.

Varios expertos opinaron ayer que la escasa inversión de los gobiernos en obras de prevención de desastres, es la principal responsable de las trágicas consecuencias que dejaron las lluvias.