Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr
Un hombre pasea cuando ve una lámpara entre la arena; al limpiarla surge un genio que le dice:
– En recompensa por haberme liberado te concederé un deseo. (Que genio más tacaño, ¿verdad?)
–Quiero tener a la mujer más buena del mundo.
El genio hace chasquear sus dedos y se esfuma, mientras en los brazos del hombre aparece la Madre Teresa.
Otro… Un muchacho le pega una patada a un frasco y sale un genio que le ofrece un deseo. El joven protesta: porque siempre son tres y el mago contesta: ¡tiempos de crisis, hombre!
El joven solicita: “Quiero que termine la guerra en Palestina, que reine la paz…”
El genio contesta: “eso es un imposible”.
–Que el Herediano gane el campeonato. El genio responde: “Anda, trae un plano de Palestina, a ver qué podemos hacer...”.
Juro que esos chistes me producen más risa que la tan mentada y cacareada “rendición de cuentas”. Este matrimonio de palabras bonitas pretende hacernos creer que a los ciudadanos nos darán explicaciones genuinas, profundas y decentes sobre diversos tópicos de la gestión pública.
La mayoría de las veces lo que se escucha son verdades a medias o medias verdades… Cada vez que se denuncia algo el clásico “vamos a investigar” despliega un velo de bruma en el que encalla hasta el Titanic.
La gente tiene derecho a conocer cómo se ejerce su mandato popular, lo que ocurre es que la rendición de cuentas se transforma en un rosario de justificaciones con el que se ahoga la verdad. Por eso, mejor chistes.
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