Carlos Láscarez S. y Jorge Calderón, corresponsal
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Un mes después de que asfixió a su hija de año y cuatro meses en un hotel josefino, un hombre que descontaba un año de prisión preventiva aprovechó el cambio de turno y se ahorcó en su celda, con la camisa de la pijama.
La víctima fue Wilson Alberto Madriz Soto, de 43 años, quien permanecía en el módulo B de Máxima Seguridad del centro penitenciario La Reforma.
Al hombre se le acusaba de haber asfixiado a su hija en un hotel capitalino, luego de que convenció a una hermana para que se los entregara con el timo de comprarles unos zapatos en San José.
El ministro de Justicia, Hernando París, aseguró vía telefónica que Madriz estaba solo con el fin de tenerlo más custodiado y darle seguimiento. El hallazgo del deceso ocurrió alrededor de las 6 a.m., en el cambio de guardia.
“El 9 de marzo que ingresó se tuvo noticias de que en celdas del OIJ le habían percibido indicios de que quería suicidarse. En La Reforma su comportamiento fue normal, solo que hace unos días por una intoxicación fue trasladado al centro médico de San Rafael de Alajuela”, afirmó París.
Ante el temor de que fuera agredido por otros internos era que lo tenían en celda aislada, por lo que aprovechó para colgarse.
El caso se remonta al 7 de marzo pasado, cuando el comerciante divorciado dejó la habitación 209 del hotel Fortuna, tras asfixiar a su bebé. Salió junto a su otro hijo de tres años, a quien pretendía matar, según una carta que dejó en la habitación.
Gracias a la rápida acción de la Policía, lograron su arresto en el parque La Sabana.
“Tenía que pagar más”
La madre de la niña y exesposa, María Gabriela Abarca, se enteró del suicidio en los Tribunales de Justicia de Cartago, cuando presentaba a dos testigos.
“Una hermana de él me llamó y dijo: ‘Gabriela tenga paz, ya Wilson no le va hacer daño porque se acaba de suicidar’”, contó.
“Me duele que se haya muerto, ya que él (Wilson) tenía que pagar en vida todo mi sufrimiento. No le tenía temor a Dios, ya que nunca lo tuvo”, agregó con voz fuerte.
Tras lo ocurrido, su salud se ha visto deteriorada, al punto en que ha perdido ocho libras en un mes; además asiste de manera regular a citas donde un psicólogo.
Sobre su hijo de tres años, comentó que pregunta mucho por su hermanita y que es muy difícil que lo vuelva a dejar con algún familiar. Entre sus planes está estudiar cocina, ya que gusta mucho de la repostería y siente que puede superarse.
Para Flor Fallas, abuela de la niña fallecida y del pequeño de tres años, al padre de los menores la conciencia le cobró el daño que le hizo a su nietita y las agresiones que le hizo a su hija.
La familia es oriunda de Santa Gertrudis de El Guarco, donde tienen una humilde vivienda, que en el pasado fue objeto de varios disparos por parte del agresor.
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