Ana Coralia Fernández
Aquí como todo lo agarramos a la charanga, me sorprendo y participo de la romería virtual, que en su segundo año sobrepasa las expectativas y hasta ha ganado premios.
Escogí ir de rodillas y por valles y montañas. Me cayeron aguaceros, me secaron soles inalámbricos y miles de romeros amorfos, con tacones altos, tenis rojos, en patines, con cabezas en forma de fotografía y unas sólo con códigos, me acompañaron donde “La Negrita”, con peticiones privadas o públicas.
Así como participo, también me pregunto: ¿Será virtual esta versión de la fe?
¿Y qué si la Virgencita piensa que obras son amores y no buenas resoluciones y bytes?
¿Y si ella no sabe usar Internet qué?
Y si nos hace el milagrito también virtual ¿Cómo le hacemos con el asma tecnológica, con el riñón pixeleado o la falta de trabajo en gigas?
La fe mueve montañas.
No pongo en duda su poder, ni el de Nuestra Señora.
Si pudo ser hallada en una piedra y logró que un pueblo, nuestro pueblo, mantenga su esperanza a pesar de los embates del tiempo y del progreso, para ella no hay nada imposible.
Y, si ir en una romería de avatares, sirve y abona a nuestra buenas intenciones ¡Qué le vamos a hacer!
Pero no deja de ser divertido y a la vez irónico que resolvamos indulgencias con los microsegundos de un clic, y que cantemos “Ven con nosotros a caminar” en YouTube.
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