Roxana Zúñiga, periodista
ropazu@racsa.co.cr

La vida es una gran pregunta. Supongo que desde que ocupamos el vientre materno estamos cuestionándonos (y quejándonos…) ¿Por qué este sitio no es más seco? ¿A quién se le ocurre ponerme música de Beethoven para tranquilizarme… no me dejan dormir? ¿Para qué esas vitaminas tan horribles… mejor me dieran pinto?

Mi tata es un presumido, ¿cómo cree que mis pataditas presagian que seré mejor que Messi?

Y cuando llegamos a este valle de lamentos, las interrogantes se acrecientan.

¿Por qué la simple platina de un puente ha causado más problemas que un puñado de dinamita?

¿La habrán arreglado de aquí a que suenen las trompetas del Juicio Final? En verdad, ¿a alguien le interesa hallar una solución?

Con las eternas presas en la entrada a Heredia, ¿no habrá algún genio ingeniero en el MOPT que consiga la fluidez del tránsito? ¿Cuántos expertos posee el ministerio que no sean parte del decorado del escritorio y se ocupen de las tribulaciones cotidianas de los conductores y peatones?

¿Para cuándo habrá esperanza de mayor seguridad y que volvamos a disfrutar de paz en las casas y calles?

¿Ocurrirá algún día que las denuncias de corrupción, chorizos, movidas y robos disfrazados con saco y corbata terminen con los responsables en las cárceles? ¿Podemos avizorar mejor respuesta oficial que el manido y vergonzante “vamos a investigar”?

¿Cuándo acabarán las filas y listas de espera?

¿Cuándo morirán las preguntas y nacerán las respuestas?