Marilynn, Estados Unidos/AP.- Tras despertar de la anestesia, Sandy Wilson descubrió que era paciente de uno de los hospitales donde había trabajado como enfermera.
Recuerda haber dado a luz y después le dijeron que había sufrido una infección. Sin embargo, nada pudo prepararla para lo que vería debajo de las sábanas: las bacterias se la estaban comiendo viva.
Cuando me miré la barriga, básicamente la piel ya no estaba y podía ver mis órganos internos, dijo. Recuerdo haber visto mis intestinos. Pensé: “No hay forma de que pueda vivir así. Esto es una sentencia de muerte”.
Las bacterias devoraron a Wilson, de 34 años, centímetro a centímetro. Primero acabaron con el bazo, la vesícula biliar y el apéndice. Después parte de su estómago y finalmente sus intestinos.
Nadie sabe cómo Wilson adquirió la fascitis necrotizante, el nombre formal de la infección conocida como bacteria “comecarne”. El problema empezó después de que naciera su hijo Christopher por cesárea el 1.° de abril de 2005. Wilson sufrió un problema de coagulación y le inyectaron sangre de cientos de donantes.
Durante cinco años, fue sometida a múltiples operaciones, incluido un inusual trasplante de órganos.
Durante todo ese tiempo, vivió en hospitales y centros de rehabilitación, alimentada por tubos, y sin poder estar con su hijo.
Era como si me estuviera pudriendo por dentro, dijo.
Ahora, Wilson ha de tomar medicinas el resto de su vida. Su barriga es un conjunto de cicatrices que divierten a su hijo.
Su objetivo ahora es sorprendente: volver a trabajar como enfermera, posiblemente en el mismo hospital donde también fue paciente.
Me gustaría poder ayudar a alguien que también hubiera pasado por esto.
La fascitis necrotizante ataca de repente, sobre todo a obesos, diabéticos, pacientes de cáncer, quienes recibieron un trasplante y otras personas con sistemas inmunes débiles. La infección mata a un 20% de sus víctimas y desfigura horriblemente a los demás.
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