Hugo Solano
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Este artesano jamás imaginó que el oficio heredado de su padre de hacer y pintar yugos le llevaría a obtener el Premio Nacional de Cultura Popular el lunes pasado.
Este vecino de San Cristóbal Norte, conocido como “Quiché”, de 74 años y padre de ocho hijos, reconoció que el premio le hizo vivir el momento más feliz.
¿Dónde aprendió el oficio?
En mi casa, en San CristóbalNorte. Mi papá se compró una yunta de bueyes y como los yugos eran escasos decidió hacer un yugo. A partir de ahí empezaron a llegar del Valle del General, Cartago y otras zonas a encargarlos.
¿Cómo comenzó?
A raíz de la demanda mi mamá me dijo que pintara uno. Yo tenía doce años. El primero me quedó muy mal, pero seguí y mejoré. A los 20 años, más que pintar le dije a mi papá que quería hacer uno.
¿Cómo lo hizo?
Me conseguí una tuca de madera, forjé el yugo y cuando mi papá lo midió con la regla que tenía me dijo que lo había echado a perder. Viera que desilusión, sin embargo el entusiasmo que yo tenía era enorme, y por eso hice otro.
¿Qué decían los boyeros?
Ellos reconocían que no era hecho por mi papá y no les gustaba, pero como eran tantos los pedidos se llevaban los míos y en lugar de pagarlos a ¢40, como los de mi papá, me daban solo ¢20.
¿Cuándo mejoró?
A los 40 años hice uno y lo puse a secar al sol. Cuando llegó mi papá, me dijo “Ese yugo está perfecto, ahora sí me superó a mí”. Yo no lo creía, pero era cierto y fue así como los boyeros reconocieron el trabajo y dijeron que yo era el nuevo yuguero. Empezaron a encargame trabajos.
¿Cuántos ha hecho?
En tantos años yo no sé cuántos, pero creo que son miles. Me los encargaban de Tierra Blanca, Capellades, Pérez Zeledón, Los Santos, Pacayas, Paraíso y otros.
¿Con qué los pintaba?
Era una especie de esmalte que secaba muy rápido, le llamaban “sobach”. Recuerdo que yo hacía dibujos sencillos, pero bonitos con los colores blanco, negro, amarillo y verde. Mi sueño era pintar como lo hacían en Sarchí.
¿Cómo creció el trabajo?
Muchos boyeros que se iban a Sarchí a comprar carretas me pedían, y todavía me piden, yugos con colores anaranjado, blanco, amarillo y del color de la carreta. Se los hago de modo que combinen con la carreta.
¿Se siente cansado?
Para nada. Gracias a Dios tengo mucha fortaleza y hago el yugo y lo pinto con gran energía, porque me encanta este trabajo. Reconozco que me costó mucho aprender a que el yugo no les maltratara a los bueyes, así como que el dibujo quedara bien bonito.
¿Qué le inspira para dibujar?
Yo tengo los dibujos en la mente y los veo como si estuvieran hechos en el madero. Todos los hago diferentes y los invento.
¿Qué madera usa?
Trabajo el zapotillo, que es una madera de la zona producida cuando el árbol se seca. No es madera muy dura, pero tiene la ventaja de que no se tuerce ni se raja.
¿Quién le ayuda?
Mi esposa, que tenía 19 años cuando se casó conmigo, me llama constantemente para tomar café o almorzar porque yo me vengo a pintar y no siento pasar las horas imbuido en el trabajo.
¿Cuánto dura en cada yugo?
Con la habilidad que he adquirido un día lo forjo y otro día lo afino, luego lo pinto y lo pongo a secar durante varias semanas.
¿Qué herramientas usa?
Azuela, hacha y cuchillo. La azuela la uso para hacerle el frente a la tuca y después a puro cuchillo hasta que llego al final donde uso una “rasqueta”, que es como un cepillo para afinar.
¿Ha crecido la demanda?
Viera la cantidad de encargos. Hasta tuve que hacerme una agenda porque hasta gente que no tiene bueyes me pide que les haga uno. Yo agradezco mucho el gesto de darme este premio.
Con mensajes
Sigifredo Garro Cordero
Edad: 74 años.
Hijos: ocho, 5 mujeres y tres hombres.
Dato: a todos los yugos les pongo un mensaje de la Biblia. Un maestro que luchó porque sacáramos el sexto grado me enseñó a escribir.
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