Yensy Aguilar Arroyo y Franklin Arroyo González
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Costa Rica es un país cuya actividad sísmica y volcánica da de qué hablar constantemente. Su posición en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico y el choque entre las placas Cocos y Caribe nos colocan en una condición altamente vulnerable.
Mauricio Mora, coordinador de la Red Sismológica Nacional (RSN), explicó que la interacción de las placas es el motor de todos los procesos sísmicos y volcánicos que nos afectan.
“La actividad volcánica se produce cuando la placa Cocos roza la del Caribe, la profundidad genera magma y así se provocan las erupciones”, dijo.
Los sismos se producen cuando las placas chocan y forman quiebres. Esas rupturas son las que se denominan fallas locales (como la de Agua Caliente de Cartago y Piedras Negras en Puriscal).
Poder destructivo
Desde 1904, en Costa Rica se documentan algunos sismos cuya magnitud fue igual o superior a los 6 grados en la escala Richter (ver recuadro).
El 4 de mayo de 1910, el terremoto de Cartago, cuya magnitud no está registrada, ocasionó la muerte de entre 400 y 700 personas y la destrucción de la ciudad. Alguna literatura incluso habla de dos mil fallecidos.
Catorce años después, el 4 de marzo de 1924, un fuerte sismo en Orotina (tampoco se conoce su magnitud) provocó daños en el Occidente del Valle Central.
En 1952, un movimiento sísmico en el sector noroeste del volcán Irazú mató a 21 personas.
El 14 de abril de 1973, un terremoto de 7 grados en Tilarán ocasionó deslizamientos y el fallecimiento de 23 personas.
Más fresco en nuestra memoria está el terremoto de Limón. Ocurrió el 22 de abril de 1991, fue de 7,7 grados, provocó la muerte de 50 personas y dañó el litoral Caribe, desde Bocas del Toro (Panamá) hasta Batán.
El terremoto de Cinchona, el 8 de enero del año pasado, de 6,2 grados, destruyó la zona. Hubo deslizamientos, avalanchas, 25 fallecidos y cinco desaparecidos.
Gases y cenizas
Los volcanes también han descargado su furia en nuestro país. En junio de 1953, las erupciones de ceniza del Poás alcanzaron columnas de 7 kilómetros de altura sobre el nivel del cráter.
El volcán Rincón de la Vieja lanzó cenizas en diciembre de 1966 que provocaron daños importantes a la vegetación.
Uno de los eventos que más recuerda el país ocurrió en junio de 1968 cuando una erupción del volcán Arenal provocó la muerte a unas 90 personas. Una violenta explosión en el flanco oeste ocasionó la apertura de tres cráteres.
Años antes, entre 1963 y 1965, el Irazú expulsó gases y cenizas que cayeron en diferentes partes del país. Afectaron a las faldas del volcán y a las provincias de San José, Heredia y Alajuela. La actividad más reciente se registra en el volcán Turrialba, donde hay quemaduras en la vegetación y emanación de gases y cenizas.
Mejor preparados
Eliécer Duarte, científico del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), reconoció que Costa Rica es un país muy vulnerable ante los fenómenos naturales.
A pesar de ello, considera que algunos factores como la calidad del sistema constructivo nos favorece. “Cuando ocurrió el terremoto de Managua (1972), las edificaciones cedieron rápidamente y en el caso del terremoto de Cinchona, las construcciones del Valle Central estaban mucho mejor protegidas y por eso, no colapsaron”, comentó.
Un criterio similar expresó Mauricio Mora, de la RSN, quien afirmó que la vulnerabilidad depende de las buenas prácticas que un país tenga en materia de ordenamiento territorial.
“En el país contamos con tres códigos sísmicos, los cuales han sido ejemplo para muchos lugares. A pesar de todo, en los últimos tiempos nuestro país no ha enfrentado grandes emergencias y por eso, no se puede medir si estamos preparados para reaccionar ante un evento de fuerza mayor”, expresó.
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