Mauricio Astorga, actor
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Johannesburgo. Todavía queda en nuestras bocas el sabor que nos dejó el Mundial y podemos sacar muchas conclusiones de lo que vimos.
Una de ellas es el mensaje de esperanza que lanza Sudáfrica para el orbe, demostrándonos que cualquier pueblo puede superar sus errores y atreverse a soñar en grandes cosas.
También nos recordó que no se necesita ser una potencia económica para poder organizar un buen Mundial y que las carencias en recursos e infraestructura no son obstáculo para un pueblo que ama el fútbol y que recibe al mundo con los brazos abiertos.
Nos deja la lección que, como en la vida, uno siempre debe ser quien es y no cambiar por las circunstancias. Holanda decidió en la final cambiar su filosofía de fútbol y pasó de ser un equipo de buen manejo del balón y ofensivo, a ser un equipo defensivo y que casi rayó en el antifútbol. Error que pagó con un subcampeonato. Quizá igual hubiera perdido, pero lo habría hecho con un poco más de elegancia.
Demostró también que cuando uno cree en lo que hace y lucha por eso, en algún momento se alcanzan los sueños. Fue la lección de España, que nunca cedió a la corriente resultadista del fútbol de los últimos tiempos y alzó la copa practicando el fútbol que a ellos les gusta hacer.
La amarga lección para los ticos es que nos recordó qué feo es estar fuera de un Mundial, viendo la fiesta ajena.
Son muchas más las lecciones, pero el espacio de esta columna ya tocó el pitazo final.
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