Johannesburgo/AFP. Wayne Rooney, boxeador en su juventud, o Diego Forlán, un loco del tenis, son algunos ejemplos de los mundialistas a los que el fútbol les dio dinero y fama, pero que dudaron en su día entre este deporte y otros que les gustaban.
“Cuando era niño, compaginaba el boxeo y el fútbol”, afirma Rooney - hijo de un púgil inglés -, que empezó a jugar en el Everton, el club del que era hincha en su ciudad natal, Liverpool.
“Entrenaba una noche con un deporte y la siguiente con el otro, pero cuando tenía quince años, el Everton me dijo que tenía que dejar el boxeo, si quería seguir jugando al fútbol y eso hice”, añade el “niño malo” de Inglaterra.
En el caso del uruguayo Diego Forlán, su sueño, pese a que su padre fue un famoso futbolista, era ser tenista profesional y jugar un Grand Slam, y para ello se entrenaba en el Tarrasco Lawn Tennis Club de Montevideo. Pero cuando tenía once años, se decidió definitivamente por el fútbol.
"Mi sueño cuando era pequeño era disputar Roland Garros o Wimbledon, y no ser futbolista profesional ".
El francés Thierry Henry es un loco del básquet y siempre que puede se marcha a Estados Unidos, para ver partidos de la NBA y de su amigo Tony Parker, compatriota suyo y base de los San Antonio Spurs. Sin duda alguna, mejor que fueron futbolistas.
No sólo fútbol
“Torres”. Peter Crouch y Nikola Zigic, con su estatura, pudieron jugar basket.
Veloz. Theo Walcott corre los 100 metros en 10.37 segundos, todo un velocista.
Boxeador. Ya sabemos de dónde sacó Rooney su aspecto fuerte y gruñón.
Tenista. Forlán siempre quiso jugar tenis, pero para bien del fútbol, fue delantero.
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