Edgar Fonseca

Convertidas en sitios vulnerables a la acción de narcotraficantes, sicarios, terroristas y “gavilanes”, nuestros puestos fronterizos en Peñas Blancas y Paso Canoas requieren de cirugía mayor, urgente. A ver doña Laura.

Lo que debería tardar minutos de trámite migratorio para un usuario en cualquier nación de servicios modernos se convierte en una pesadilla en ambas fronteras.

Una educadora tica, víctima de tal desidia, comentó que tardó cinco horas para ingresar al país por Peñas Blancas. Y se vio afrentada por “gavilanes” probablemente conectados con empleados. Ni pensar qué vejaciones sufren los visitantes o quienes, con frecuencia necesitan de trámites expeditos.

Decenas de transportistas tardan hasta tres o más días “atorados” en condiciones infrahumanas en el tramo fronterizo del norte.

Se requiere una perentoria decisión interinstitucional para hacer más ágil y menos propenso a la acción de los “gavilanes”, narcos o terroristas, el trámite migratorio o aduanal en ambas fronteras.

Sendos reportajes de La Nación y Al Día coincidieron en poner, una vez más, el dedo en la llaga del desmadre que impera en el principal puesto limítrofe con Nicaragua.

La infraestructura, colapsada, es tierra institucional de nadie. Tarea adicional para el nuevo gobierno.

Nadie pinta una pared, pega un clavo o quita una lata vieja, porque no es responsabilidad suya o de “x”o “y” institución. A una infraestructura de tercer mundo, un servicio público “enclochado, muchas veces de mala gana y expuesto a la mafia de los “gavilanes”.

¿Quién da la cara? ¿Migración, Hacienda, Turismo? Bueno sería que esta administración aplique cirugía mayor a servicios que todos los testimonios coinciden en la vergüenza que cualquiera pasa de entrada o salida del país.