Antonio Alfaro
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Le pido a doña Laura como pedirle al Niño en Navidad un gobierno con menos placas conmemorativas, menos huecos en las calles, menos platinas sin arreglo y una pelota de fútbol para los barrios marginales.
Le pido 30 promesas cumplidas, solo 30, una más que don Óscar, según reciente evaluación de El Financiero, que le atribuye haber cumplido el 46% de las 130 que hizo cuando sonrisa de oreja a oreja recibió la banda presidencial.
Le pido un buen nombre para el Estadio Nacional, que no sea “La Amistad” como aquel puente de ingrato recuerdo para los examigos de Taiwán.
Le pido que quite el rótulo de: “Se vende lindo país con océano a los dos lados, volcanes en el centro y valles con buen café”.
Le pido mano de madre con las políticas sociales y mano dura con la seguridad. Costa Rica le cambiaría dormir más tranquila, andar sin miedo por las aceras, parquear el carro sin alarmas y candados, por cualquier Premio Nobel que usted pueda ganar.
Le pido menos frases del Barón de Coubertin, padre del movimiento olímpico, de infaltable presencia en cuatro años de elocuentes discursos presidenciales, a cambio de más ayuda al deportista nacional.
Le pido unos cuantos libros, algunas computadoras y un diccionario de inglés para cada escolar.
Le pido solo 30 promesas cumplidas. Lo de “firme” y “honesta” podrían ser las primeras dos.
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