Patricia Recio G.
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Al acercarse el sorteo del popular “Gordo” navideño, los fiebres y los no tanto, se ven tentados a apostarle un poco a la suerte.
Y es que los típicos agüizotes, discusiones de amigos y hasta intentos de estafas, pero sobre todo la ilusión de pegar un pedacito, han estado presentes en los corazones de los ticos desde el siglo antepasado.
Una exhibición del Archivo Nacional recopila más de 200 años de billetes de lotería, cuenta la historia de este tradicional juego y la huella que ha dejado en nuestra cultura.
Por azar, por suerte o por insistencia, lo cierto es que aunque las probabilidades hoy día sean de una en 100 mil, la buena fortuna puede tocar a la puerta de cualquiera, como lo hizo hace 125 años, cuando por primera vez se jugó la lotería nacional.
En aquella ocasión fue una pequeña de 11 años llamada Amelia Rohrmoser quien con el número 01 se pegó un jugoso premio de ¢500.
Sin embargo, la muestra que se exhibe en el Archivo Nacional va más allá, pues tal era la fiebre por el azar, que desde mucho antes de que se creará la Lotería Nacional ya había quienes se las ingeniaban para jugar lotería que venía desde Cuba.
Según cuenta Maureen Herrera, co autora de la exhibición, esta costumbre que inició en nuestro país desde mediados del siglo XIX provocó más de una disputa entre amigos, ya que no había de otra que confiar en la palabra de quienes traían los números y los vendían entre los acaudalados jugadores y era hasta meses después que el “comerciante” regresaba con el resultado y el premio en caso de que saliera un ganador de acá. Así fue como tras pasar por rifas, loterías entre amigos y otros tipos de sorteos, en 1845 se creó la Junta de Caridad hoy (Junta de Protección Social).
Regresando al premio de la pequeña Amelia, nos encontramos el billete más antiguo de la exhibición, es de la colección de Jorge Castro, coautor de la muestra.
Don Jorge lleva más de 30 años coleccionando fracciones de lotería, chances, tiempos y raspas y tiene a su haber más de 17 mil ejemplares.
Entre sus favoritos se encuentra el del aniversario de los 100 años de nuestra independencia; en esa época (1921) cada pedacito costaba ¢1 y se desconoce de cuánto fue el premio ese 15 de setiembre, pues el particular tiquete no lo especifica.
Otro de los billetes curiosos que se encuentran en la exhibición son los intentos de estafas. Numeritos recortados y pegados sobre los originales, tachones que convierten un 0 en un 6 son la prueba del desesperado intento de ganar de más de uno.
Así, aunque el sorteo, los nombres de la Junta, los beneficiarios, los premios y por supuesto los diseños de los billetes han ido cambiando con el paso del tiempo, lo único que se ha mantenido intacto es la afición por este “Juego Solidario” que atrae a miles de ticos y ayuda a otros tantos.
Es en estas ocasiones cuando más que nunca el famoso eslogan de “para ganar hay que jugar” se convierte en una regla de oro.
Durante 50 años, el famoso “Gordo” navideño que en un inicio se conoció como “La Cesta Millonaria” ha sido el sorteo más anhelado por los costarricenses.
En 1960 cuando se jugó el primer premio, el número favorecido fue el 30, justamente este ha sido el que ha salido más veces en 50 años.
En esa ocasión el premio mayor era de un ¢1 millón.
La clara evidencia de que los tiempos no pasan en vano está en la evolución del premio que este año es de ¢1.000 millones.
La popularidad de este sorteo también ha crecido con los años. Según Maureen Herrera, otro de los hechos curiosos que rescatan en la muestra es como se convirtió en uno de los eventos mediáticos más importantes en diciembre.
También se ha vuelto tradición que año con año existan los números “perseguidos”. Las fechas del sorteo y los hechos destacados durante el año se vuelven el principal “agüizote”. Esta vez habrá que esperar a ver si el famoso 33 de los mineros será el que traiga la suerte.
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