Hugo Solano
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Barra del Colorado.- Una densa zona boscosa, de pantanos, grandes árboles, mucha diversidad de flora y fauna y clima lluvioso, caracteriza la Isla Calero, que limita al norte con el río San Juan y al este con el mar Caribe.
En Aragón, uno de sus poblados casi en el extremo norte, instalaron sus campamentos militares nicaragüenses desde finales de octubre, y hoy, el problema de soberanía ocupa la atención en el ámbito nacional e internacional.
Vecinos del Barra del Colorado se mostraron ayer complacidos con el respaldo que dieron 21 países de la Organización de Estados Americanos (OEA) al país para el retiro de soldados nicas en la zona, pero afirman que la situación les ha robado la tranquilidad.
Esta isla de escasísima población tiene la extensión más grande de Centroamérica, superando a isla Chira, que tiene 43 kilómetros cuadrados y la de El Coco, que posee 24 kilómetros cuadrados, según Leonardo Salazar, del Instituto Geográfico Nacional ( IGN).
El poblado más grande de la isla es Colorado Norte, que está separado por unos 500 metros de Colorado Sur, en el otro extremo del río, zona donde está el aeropuerto y comando de la Fuerza Pública.
La isla pertenece al cantón de Pococí, Limón y tiene entre sus principales variedades de fauna árboles como cativo, gavilán y yolillo, este último es una especie de palma que funciona como filtro de las aguas que drenan por los ríos hacia el océano.
La fauna es muy rica, con animales como jaguares, mapaches, tepezcuintles y dantas, detalla Víctor Hugo Montero, del Minaet y encargado de control y protección en el Refugio Nacional de Vida Silvestre, Barra del Colorado.
La pesca y el cabotaje, es decir, el traslado de mercancías por los ríos, canales y lagunas, han sido las actividades que junto al turismo, se ven afectadas por el problema entre naciones.
Hay temor
El pescador Juan Briones, de Colorado Norte, dice que pese a los llamados a la calma y el trabajo del gobierno, los vecinos están con cierto temor. Destacó que la pesca es la principal fuente de empleo y por eso espera que el asunto vuelva a la normalidad.
Carlos Martínez, vigilante privado, que trabaja en el ICE de Colorado Sur, dice que la normalidad de la zona persiste salvo por la presencia policial a la que poco a poco se acostumbran los vecinos.
Alberto Lenon, nicaragüense de 77 años, es uno de los que viven en las pocas casas separadas entre sí a lo largo de la ribera del Río. El dijo que en la frontera hay mojones y hay que respetarlos.
Doña Yolanda Guzmán nació en San Rafael de Guatuso pero desde los siete años vive en Barra del Tortuguero, cerca de la desembocadura al mar por el lado de Aguadulce. “Se sale de las manos de nosotros” dijo, refiriéndose al conflicto. “Por el momento estamos tranquilos, no queremos violencia, pero hemos pensado que si hay conflicto tendríamos que salir hacia Guápiles o Alajuela”.
En Colorado hay dos escuelas, una en el norte y otra en Colorado Sur, pero para ir al colegio, los vecinos del sur deben cruzar en bote todos los días a las 7 a.m., ya que solo hay colegio en sector norte.
Hay 50 estudiantes a quienes atienden profesores que todos los viernes salen en el “bote bus” que cobra ¢2.500 hacia Puerto Lindo de Cariari y de ahí les esperan más horas hacia sus casas en Guápiles, Alajuela y otras zonas.
El bote dura 50 minutos y el bus de Puerto Lindo a Cariari más de dos horas. Esa travesía les obliga a quedarse en un local que se les facilitó de lunes a viernes.
Los policías de Seguridad Pública están en la escuela de Colorado Sur, junto al aeropuerto. A ambos lados de la pista hay cabinas, Ebais, el ICE, una pulpería y pocas casas. Es una lengua de tierra que en un lado tiene al río Colorado y a 800 metros, el mar.
Este mes un pez que es familia del róbalo, de exquisita carne blanca y denominado calva, entra a la desembocadura de los ríos del Mar Caribe a desovar. Esto para muchos pescadores de la zona es una fuente de ingresos, porque capturan este producto y lo venden en los puestos de acopio.
Langostinos, camarones, langosta y otros peces como róbalo y roncador, son parte de lo que se comercia en esta zona, donde la pesca es una de las actividades principales.
La recolecta de calva se mantiene hasta finales de enero.
Incopesca prohíbe su captura en zonas cercanas a desembocaduras y con redes cuyos rombos o “luz de malla” sean pequeñas. El fin es atrapar solo peces adultos, que se hayan reproducido al menos una vez, para perpetuar la especie.
Para Alexander Miranda, vecino de la zona, hace falta más vigilancia para evitar el uso de redes ilegales, que capturan los peces cuando van a desovar. Los pescadores artesanales también atrapan la calva con cuerdas de mano, un método de pesca que no discrimina tamaños, pero es menos depredador que las redes con medidas ilegales.
Según Miranda, otro método de pesca usado en la zona es la rastra, o especie de trasmallo que se sujeta a una panga, la cual va arrastrando todo lo que se interpone a su paso. Aunque su uso es prohibido, no hay tanta vigilancia para evitarla.
Antes pocos, ahora sobran los policías
Ninguna comunidad del país tiene en estos momentos tanta presencia policial como Colorado. Pero antes del conflicto con Nicaragua, solo tres oficiales, que se turnaban para vigilar las 24 horas y los fines de semana, velaban en condiciones infrahumanas por más de mil vecinos de Colorado Sur y Colorado Norte.
Latas de zinc corroídas en paredes y en el techo, cartones, fibrolit y tablones componen la caseta. El baño es una llave corriente entre latas y un piso lleno de hendijas son solo parte de lo que soportan Edgar Duarte, Miguel Rojas y Gilberth Castillo, los tres policías destacados ahí.
No tienen bote para movilizarse a través de los 500 metros de agua que separan Colorado Norte y Colorado Sur, por lo que si pasa alguna emergencia, tienen que ver si Guardacostas tiene alguna lancha disponible.
En una zona donde el tráfico de drogas es el principal problema, estos policías solo pueden hacer patrullajes a pie. En Colorado Norte son frecuentes las alertas por violencia doméstica y la Policía deben acudir a vecinos para atender los casos. Si hay detenidos los llevan a un estrecho calabozo de un metro cuadrado en Colorado Sur, donde más de uno ha pasado encarcelado.
Los escasos alimentos que les llegan deben cocinarlos ellos mismos y cuando tienen libre el fin de semana viajan hasta San Ramón de Alajuela, Desamparados y Puerto Viejo, de donde son oriundos.
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