Álvaro Sáenz Zúñiga
asaenz@liturgo.org.
Una lectora me pide llamarme “Padre-twittero”. Soy: @liturgo. Por si acaso.
Casi terminamos el año litúrgico. El próximo domingo la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, cierra el año. Hoy la Iglesia nos plantea lecturas sobre el juicio final, no para asustarnos, sino para hacer balance y, ejercitando nuestra fe, mejoremos nuestras vidas.
Una frase de Jesús sobre el templo nos estremece: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Hay quienes anuncian su inminente llegada, otros prefieren “echarse en los laureles”. Jesús vendrá, ciertamente. Pero no vendrá pronto para toda la humanidad (aunque pueda que venga para mí porque mi vida terminará tarde o temprano). Hay que esperarlo prevenidos.
Jesús hoy nos pide esperarlo sin miedos, rechazando el derrotismo de algunos y con la mente puesta en la salvación que él nos da. Tampoco veamos en los acontecimientos naturales señales de su llegada inminente. Lo que vivimos hoy lo ha vivido la humanidad otras veces. Solo que hoy nos enteramos más rápido.
Cristo nos llama a ser testigos de su amor, transformando el mundo. No pretendamos transformar todo el mundo nosotros solos. Pero sí debemos hacerlo juntos, transformar el mundo en que vivimos, empezando por nuestras propias personas. Eso iniciará la transformación.
Ni guerras o revoluciones, choques nación contra nación, pueblo contra pueblo. Ni siquiera los terremotos, la peste y el hambre que se vive en muchas partes. Nada de esto es signo de su venida inminente. Todo esto tiene que pasar. Tampoco nos asuste que seamos detenidos, perseguidos, odiados. En todo momento demos testimonio de Cristo.
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