Edgar Fonseca

La contundente censura hemisférica a la invasión de tropas nicaragüenses a Costa Rica, levantó en ira a Daniel Ortega.

Intentó vanamente deslegitimar una votación histórica que le ordena retirar de inmediato a sus soldados del territorio invadido de Isla Calero.

Llenó de improperios a quien se le puso por delante.

Arremetió contra México, Colombia y Panamá.

Y solo tuvo agradecimiento para el voto solitario, pírrico apoyo, de su capo, Chávez.

Dijo que se va de la OEA. Desafía al sistema interamericano. Desafía el respeto a las normas del derecho internacional y de la convivencia democrática.

Pero, ¿por qué brinca si el suelo está parejo?

La excomandante guerrillera Dora María Téllez, quien junto a Pastora lideró la toma del Palacio Nacional en Managua en 1978, víctima posterior de una purga staliniana por la cúpula sandinista, por su crítica al rumbo autoritario del régimen, sermonea a Ortega

Le pide rectificar el error de la violación territorial a Costa Rica. Que retire las tropas invasoras, que no va a ganar un centímetro de soberanía con esta acción de chispero en que tiene a los pantanos del Caribe fronterizo y a la región.

Téllez le recomienda que medite el daño que su acción le conlleva al millón de nicaragüenses que hoy reciben abrigo, salud, trabajo, educación en tierras ticas.

Que piense en los cientos de miles que un día y otro necesitan de este alero migratorio.

Tras los desplantes de matonismo y tras el chilillazo que les propinó una mayoría de naciones en la OEA, a Ortega y sus generalotes, solo les queda reconocer el sumo imperio del derecho internacional o saltar al vacío.