Hugo Solano
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Un plan de Nicaragua para darle profundidad a 33 kilómetros del río San Juan, mediante la eliminación de sedimentos con el fin de devolverle la navegabilidad, terminó en un conflicto internacional.

Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, dijo que limpiar el río buscaba recuperar el caudal natural y los humedales.

Desde julio anterior comenzaron los resquemores, cuando el vicecanciller Carlos Roverssi exigió a Nicaragua detener todo plan de dragado y adujo que Managua debía contar con estudios de impacto ambiental.

Samuel Santos, canciller de ese país, calificó de absurda la petición y el 21 de julio René Castro, ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica, lo visitó en Managua para limar asperezas.

El dragado inició el 18 de octubre por orden de Ortega, quien se lo encomendó a Edén Pastora, exguerrillero que tuvo nacionalidad tica y conoce bien la zona.

La situación comenzó a adquirir matices de alerta cuando el Gobierno de Costa Ri ca tuvo noticias de que los sedimentos de la draga los estaban tirando a suelo nacional.

El Consejo Nacional de Seguridad se reunió de emergencia. Horas después, la Cancillería entregó a Hárold Rivas, embajador de Nicaragua en San José, una nota de protesta por violación a nuestra soberanía.

Luego se supo que civiles nicaragüenses, respaldados por militares, arriaron la bandera tica, izada el 22 de octubre por nuestros policías que llegaron con fiscales y personal del Minaet a inspeccionar los daños.

Empezaron a talar árboles en la zona y se descubrió la destrucción de 2.500 metros cuadrados del humedal. Esto obligó a nuestro país a llevar el caso ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y más recientemente a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Holanda.

La noche del 12 de noviembre el Consejo Permanente de la OEA aprobó (con 22 votos a favor) el informe del secretario general de ese organismo, José Miguel Insulza, en el cual se insta al diálogo y al retiro de las fuerzas armadas del territorio en disputa.

Nicaragua, que solo tuvo el apoyo de Venezuela en la votación, se sustrajo de la OEA en este conflicto.

“El tiempo apremia”

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Lo que más preocupa a quienes trabajan en el ambiente es lo lento de las acciones internacionales. El talado avanza a 50 metros por día y quizá sea muy tarde cuando la respuesta llegue.

¿Qué le preocupa más?

La destrucción de un ecosistema muy estable, muy poco alterado en los últimos 100 años, donde florece la vida con especies endémicas que viven en la mezcla del agua salada del mar y el agua dulce del río.

¿Qué pasaría con ellas?

Ellas requieren que las condiciones se mantengan. Hay peces fósiles, como el gaspar que vive en esas aguas, y mamíferos acuáticos, como el manatí que se alimenta de pastos marinos que podrían verse afectados con el paso directo de sedimentos al abrirse el canal.

¿Qué pasaría con el cauce del río San Juan que queda aguas arriba del canal?

Tendería a secarse. Va a tener grandes repercusiones ambientales, incluso para ellos, porque los ecosistemas no respetan fronteras. No me gusta ser alarmista, pero me preocupa que no se tomen medidas inmediatas.

¿Cuáles daños habría?

El río está muy lleno de sedimentos y contaminará la laguna Los Portillos. Además, como el río ya no circularía por el anterior cauce, muchos humedales de ese sector dejan de recibir agua dulce y son afectados.

¿Qué está sucediendo hoy?

Están matando los árboles y la vida que vive en ellos, pero no solo eso, a pico y pala, están excavando para buscar la conexión hidráulica entre el San Juan y Los Portillos. El río pasaría por esos 700 metros de canal.

¿Cómo afecta el mar?

Actualmente, las aguas del San Juan llegan al mar después de pasar por varios deltas que actúan como filtros del sedimento. Si llegara a cambiar, todo llega directamente al mar. Las corrientes costeras se llenarían de una “pluma” de sedimentación y afectaría la pesca, los corales e incluso sitios de anidación de tortugas, como Tortuguero.