Roxana Zúñiga Quesada, periodista
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Chito, Jaramillo, Simón, Las Chetas y Los Bicicleta completan la galería de personajes guadalupanos que recuerdo y sobre quienes escribo algunos detalles con motivo del aniversario de Goicoechea.

El primero era un peón que en sus momentos de sobriedad hacía del trabajo su escudo de armas. Volaba pala como los mejores. Sin embargo, cuando el diablo de la botella se apoderaba de sus venas, Chito se volvía un borrachín que pedía dinero y que se peleaba con la sombra. Era bonachón y arrancaba monedas con su simpática presencia.

Jaramillo, por su parte, andaba alegre por las calles; siempre tarareaba canciones y de ahí su mote. Era blanco y la acción del sol atacaba su piel al extremo de dejarlo tan rojo como una bandera comunista.

La gente lo quería porque siempre andaba contento; vestía pantalón de mezclilla, camisa blanca y de “patas en el suelo”. Recuerdo sus grandes dedos agrietados por el roce de la carretera.

Son imágenes que se quedan en la memoria…

Simón era el dueño de una finca que contaba con una excelente cuesta en la que la chiquillada gastaba y gastaba los lustrosos cartones. Todos se tiraban a disfrutar de un tobogán natural de tierra.

Nadie lo conocía, pero hablaban de él con la propiedad de quien es su compinche. El potrero de Simón era más concurrido que la Plaza de la Cultura.

Uno a uno estos personajes colocan las piezas del rompecabezas de la infancia. ¡Qué hermosa época!