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Así luce hoy el puente bailey en El Barro, un año después de la tragedia. Alexander Otárola
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Las hermanas Rodríguez pidieron el martes anterior un proceso judicial ágil. Alexander Otárola.
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El 22 de octubre murieron cinco cuando el puente cedió mientras un autobús lo cruzaba. Archivo.
Franklin Arroyo González
farroyo@aldia.co.cr
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Casi un año después, los recuerdos no se van de la cabeza de Steven Meléndez, de 16 años, cuando rescató todavía con vida a su madre, Natalia.
Las contracturas musculares y malestares en el colon siguen mortificando a Herminio Venegas Castro, quien quedó viudo, luego que un bus de la línea Turrubares – El Barro – Orotina cayó al vacío al pasar sobre un puente de hamaca.
En aquel fatal percance, del 22 de octubre del 2009, fallecieron cinco personas: Norma Jiménez Cerdas de 57 años; William Gutiérrez Chaves, de 54; María Isabel Artavia Granados de 56; Natalia Meléndez Quesada de 30 y Efraín Marino Santamaría de 77.
Ese día, el bus se precipitó al río Grande de Tárcoles, cuando el puente de hamaca no soportó el peso. Cinco fallecidos, 35 heridos, la colocación de un puente nuevo, tipo bailey y tres actores como presuntos responsables son parte de las consecuencias de una de las peores tragedias viales de los últimos años en nuestro país.
En la mira de los abogados de las familias están la empresa Transportes Aguilar, que perdió la concesión luego del accidente; el conductor Víctor Manuel Salazar y el Estado.
Huellas imborrables
Enfrentar y sobrevivir a esta tragedia dejó en sus sobrevivientes y parientes huellas imborrables que busca aliviar la terapia psicológica, aunque la carga económica que dejan los ausentes y la crianza de niños ajenos... se los recuerde a diario.
Desde ese día, a Flor María Rojas, suegra de Natalia y pariente de dos heridos, el miedo se le alojó en el cuerpo y no la abandona.
Le tiemblan las manos y suda cuando debe pasar por el puente, aún sabiendo que no es el mismo. El recuerdo de Natalia, quien fuera su brazo derecho, la asalta y reza cuando sabe que los suyos van de viaje. “Solo me tranquilizo cuando pasan las noticias y no dicen nada… pues todo está bien”
Judicialmente tampoco ocurre algo. A las familias les gustaría que el proceso fuera ágil, que el Estado tenga más interés, que paguen las indemnizaciones, que un año no pase en vano, pero la ley muele lento.
En secreto
El Ministerio Público informó por medio de la oficina de prensa, que el proceso está protegido por el secreto de investigación.
Señalan que al haber 52 personas ofendidas, aún recaban análisis y pruebas documentales, por ello no pueden dar información.
“Va lento como una tortuga”, afirma Herminio, mientras Hendrix Gutiérrez, uno de los abogados de los afectados, calcula que el juicio iniciará en el 2013 sin atreverse a vaticinar cuánto durará.
“Está en una etapa donde se analizan los informes del OIJ, referentes a la investigación de las posibles causas de la caída del puente y en la identificación de la prueba técnica”.
Gutiérrez dijo que analizan acusar al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) porque uno de sus camiones plenamente identificado, falseó las bases del puente. “Ese camión no podía pasar por el puente porque el tonelaje no se lo permitía”.
Le echaron “barro”
Cinthya Rodríguez y sus hermanas, Marta, Violeta y Yorleny, hijas de María Isabel Artavia Granados, lloran aún por su madre a quien extrañan y afirman necesitar ayuda psicológica.
Cinthya asegura que el gobierno puso el puente y se olvidó de las familias, los heridos y el pueblo.
“Lo hicieron para lavarse las manos. Resentimos que tuvieran esos materiales allí guardados y que debieran morir cinco personas para colocarlos. El dolor no se nos quita”, expresó.
Nada en El Barro, ni en Los Llanos de Turrubares es como antes. Ni la nueva estructura los tranquiliza, la paz de antes se esfuma cuando oyen en las noticias que se cayó otro puente.
“Se fue la mitad de mi vida”
Herminio Venegas vive sin la mitad de su vida, 40 años de matrimonio se fueron al río aquel 22 de octubre del año pasado.
“Tengo cuatro meses y medio enfermo, con contracturas musculares, con ataques en el colon. Pensé que sería un proceso más fácil, pero me quitaron media vida”, expresó Venegas.
Ese día lo mantiene fresco en su memoria, quizás contra su voluntad. “Estaba en mis labores cotidianas, cuando me llegaron a decir que el bus se había caído. Inmediatamente me llegó a la mente un pensamiento: mi esposa está muerta”.
Venegas fue al lugar y pudo observar cuando sacaron su cuerpo y la pusieron junto a los demás. “Siempre que paso por el puente me parece que la veo donde estaba con las sábanas blancas. A un año, no se me ha borrado nada de la mente”.
“Rescaté a mi madre viva”
“Ella hacía a hablarme, pero no podía”, dijo Steven Meléndez, quien perdió a su madre en el fatal accidente.
Él mismo fue un sobreviviente y recuerda esos dolorosos instantes.
“Yo no iba dormido ni nada. Lo vi todo, lo recuerdo todo. Pero no había hablado con nadie, solo con mis tíos”.
“Yo saqué a mi mamá en brazos, la andaba para arriba y para abajo hasta que llegaran los que tenían que llegar. Hacía a hablarme... no podía”.
El joven de 16 años, entregó a su madre viva a los cruzrojistas, pero luego lo llamaron, en el Seguro Social y le dieron la noticia. “Me metieron a un cuarto solo, no les creí. No podía ser, me levanté, iba a irme porque no creí , pero vi por una ventana y ahí estaba el cuerpo”.
“Volví a ser una madre”
Flor María Rojas Salas volvió a ser madre.
Asumió el cuidado de los tres hijos que dejó Natalia Meléndez, su nuera.
“Por la economía vela mi esposo y mi hijo, Francisco, papá de los chiquitos, pero la cosa está dura. Aquí no hay trabajo, yo creo que si ha ganado cuatro semanas completas en el año es mucho”.
Quien les da de comer, prepara desayunos, almuerzos, cafés, cenas es doña Flor María de 58 años. “Ella (Natalia) era mi brazo derecho, vieras como me ayudaba. Cuando me enfermaba, ella venía, veía su casa, iba a la mía, limpiaba, alistaba almuerzos”.
Ahora la moneda se volteó, dice. Es como una “recompensa para mi. Diay... porque ella me ayudaba en todo y ahora soy yo la que tengo que responder. Volví a ser una madre”. El accidente le dejó secuelas. El pánico que siente se acrecienta cuando debe pasar por el puente. “Le pido a tatica Dios que me quite este miedo”.
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