Domingo 17 de octubre de 2010, San José, Costa Rica
Internacionales | Una historia que conmovió al mundo
Hazaña en el Atacama
Desde las entrañas de un “infierno”, 33 mineros se salvaron
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    Florencio Ávalos fue el primer minero en salir del yacimiento San José el miércoles 13 de octubre. Su llegada causó felicidad y esperanza. Reuters.
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    El minero José Ojeda sostiene una bandera chilena al salir de la cápsula durante su rescate. AP.
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    El minero Esteban Rojas, de 44 años, se arrodilla al llegar a la superficie a bordo de la cápsula Fénix 2. EFE.
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    Byron, hijo de Florencio Ávalos, llora mientras espera a su padre. AFP.
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Chile/AFP, EFE, AP. - Un derrumbe atrapó a 33 mineros en el fondo de una mina. Pasaron 17 días sin contacto, comiendo apenas y con el fantasma de la muerte rondándoles, hasta que se concretó la hazaña de encontrarlos.

Se desató una carrera contra reloj para perforar una vía de escape y a los 69 días todos salieron a la superficie: un guión perfecto con un final feliz.

El jueves 5 de agosto, cuando se disponían a almorzar en la profundidad de la mina, un ruido ensordecedor, seguido de una polvareda que los dejó ciegos por varias horas, les anunció lo que muchos temían: la vieja mina San José –que se explotaba desde hace más de un siglo– cedía y toneladas de piedras obstruían su acceso.

El derrumbe se produjo a unos 400 metros de profundidad y ellos estaban a 700 metros.

Salida fallida

Intentaron salir por una chimenea de ventilación pero no tenía las escalas que los dueños debían haber colocado. Tampoco había una salida alternativa.

Los mineros se dirigieron a un refugio de seguridad dotado con provisiones, pero apenas habían algunas latas de atún y algo de leche: habían quedado sepultados a cientos de metros y con poca comida. Los rondaba la muerte.

En la superficie sus familiares se reunían en las afueras del yacimiento, desesperados e indignados con la compañía por haberles avisado del derrumbe varias horas después.

¿Estarán vivos?, ¿Tendrán aire, luz o comida?, se preguntaban padres, hermanas o esposas, al calor de una fogata abrigados con mantas para soportar el frío nocturno del desierto chileno.

Laurence Golborne, ministro de Minería, se dedicó de lleno a la búsqueda de los mineros y al frente del operativo se puso al ingeniero André Sougarret, de 46 años, quien trabaja para la estatal del cobre, Codelco.

Un grupo de socorristas intentó acceder a ellos por la chimenea de ventilación, pero dos días después una nueva serie de derrumbes hizo fracasar ese primer intento de rescate.

“Nadie durmió esa noche, tampoco las siguientes. A las 3 p.m. se bloquea esa chimenea y dos rescatistas casi pierden la vida. Salen de la mina frustrados; significaba que el único camino rápido estaba cerrado. Ya no serían horas para sacarlos, serían días”, relataría luego Golborne.

“Estamos bien”

Cuando el Ministro habló con las familias, se quebró, reconociendo que las esperanzas de hallarlos eran mínimas.

En la mina los trabajadores se organizaban para aguantar la espera, racionando los pocos alimentos que encontraron. Artesanalmente armaron camas, montaron un lugar para hacer reuniones y fabricaron con papel un dominó para matar las horas.

Afuera, las esperanzas comenzaban ya a diluirse.

Sería una tragedia minera más, hasta que desde el fondo de la tierra, a través de uno de los orificios perforados, emergió un mensaje: “Estamos bien en el refugio los 33”, decía la nota.

“Era el día 17, me despertaron y me dijeron: ‘llegamos’. Y nunca he sido más feliz”, relató el ministro Golborne.

Inédita operación

La historia cobró ribetes épicos. Al fondo de una mina, 33 hombres sobrevivían en un ambiente lúgubre, con un calor y humedad insoportables, en lo más parecido a un “infierno” como lo graficó uno de los mineros al hablar con el presidente Piñera por teléfono desde las profundidades.

Tras ser ubicados, comenzaron a ser alimentados desde el exterior. Lograron hablar con sus familiares y se puso en marcha una inédita y gigantesca operación de rescate, en la que colaboraron expertos de la NASA.

Los familias se instalaron en las afueras del yacimiento, primero con pequeñas carpas para luego dar vida propia a una ciudad a la que bautizaron Campamento Esperanza; cientos de periodistas y fotógrafos se colocaron junto a ellos.

Tres gigantescas máquinas perforadoras comenzaron a excavar ductos hasta donde estaban los mineros, en una operación llena de complejidades.

Hasta que el martes 13 de octubre se inició un rescate sin precedentes y visto por alrededor de mil millones de personas en todo el mundo.

Uno a uno, a bordo de una cápsula de metal construida por la Marina chilena, los 33 mineros fueron rescatados del lugar en el que permanecieron 69 días.

“Le sirvo el turno como habíamos acordado. Espero que esto nunca más vuelva a ocurrir. Gracias a todos”, manifestó Luis Urzúa, el jefe de los mineros atrapados y el último en dejar el yacimiento, al presidente Piñera.

Hoy los mineros que saltaron a la fama sin querer y de manera súbita, comienzan a luchar por recuperar el anonimato y sus vidas, luego que 31 de ellos fueron dados de alta en el Hospital Regional de Copiapó.

Varios periódicos y canales de televisión empezaron a negociar entrevistas con los mineros y sus familias. Pero también las múltiples ofertas para diversidad de proyectos sobran, más para el minero Yonny Barrios, pues dos mujeres disputaban su amor en la superficie.

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