Chile/EFE.- Pablo Rojas advirtió que la Mina San José “lloraba” (desprendía roca) semanas antes del derrumbe que atrapó a 33 mineros a 700 metros de profundidad en el norte de Chile.
Aunque Rojas, conocido entre sus compañeros como “el cañita”, llegó a tomarle el gusto a la adrenalina de trabajar bajo tierra, habló con su prima, Silvia Segovia, sobre los desprendimientos, algo que nunca comentó a su esposa, Ximena Contreras.
“Nunca me dijo nada. Él me contaba que los riesgos eran escasos por los avances de la tecnología, pero tengo claro que lo decía para dejarme tranquila a mí y mi hija”, relató Contreras.
El minero, que debió dejar el cigarrillo mientras estuvo en las entrañas de la montaña, salió de la mina con los brazos en alto y aplaudiendo y enseguida encontró a su hijo, con el que se fundió en un fuerte abrazo.
Tras su salida antes de ser conducido en camilla a un hospital de campaña donde recibiría atención médica, Rojas saludó al ministro de minería chileno, Laurence Golborne.
El cargador de explosivos, de 45 años, que perdió a su padre la semana anterior al derrumbe, llevaba seis meses trabajando en la Mina San José, a la que ingresó para pagarle la carrera de medicina a su hijo, de 21 años.
Pablo Rojas emergió del interior del yacimiento a bordo de la cápsula Fénix 2 a las 15:28 p.m. hora local (18:28 GMT).
Su salida se dio tan solo 39 minutos después de su primo Esteban Rojas y tres horas después de que lo hiciera su otro primo, Víctor Segovia, con los que compartió el cautiverio y con los que ahora podrá abrazarse en completa libertad.
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