Martes 19 de octubre de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | En la Reserva Indígena Quitirrisí
Huetares alimentan sus raíces
El estilo de vida de la etnia ha cambiado, pero viejos nativos mantienen sus orígenes arraigados
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    La finca “El Chagüite” es uno de los terrenos de indígenas que aún encierra creencias y prácticas huetares en el país. Manuel Vega.
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    Los sombreros se tejen a mano. Manuel Vega.
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    Aquí yace el cuerpo María Hernández Agüero, mujer huetar que vivió 101 años. La costumbre es meditar, recordar cómo fue la persona y luego se reza nueve días por su espíritu. Manuel Vega.
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    Rafaela Hernández vende cestería propia. Manuel Vega.
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    Fabio Vásquez guarda algunos recipientes de barro y hierro que le heredaron.
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    Las hojas de estococa las sudan en un fogón y las comen con tortillas de maíz.
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    Otra receta es cocinar el huevo sobre una hoja de plátano para que no tenga grasa.
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    Saborean comer en gallo el picadillo del fruto de la estococa (totoco) hecho con manteca.

Evelyn Fernández Mora
evelyn.fernandez@aldia.co.cr

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Quitirrisí de Mora.- Las raíces que conservan los habitantes más viejos mantienen viva la identidad huetar en las cálidas tierras de la Reserva Indígena de Quitirrisí de Mora, en San José.

Esta zona y Zapatón de Puriscal concentran la mayor cantidad de descendientes huetares, núcleo reconocido como una de las ocho etnias indígenas del país.

Según el censo 2000 del Instituto Costarricense de Estadísticas y Censos, el pueblo Huetar tiene 1.691 habitantes en total y de estos 1.006 son indígenas, la mayor parte (952) de Quitirrisí.

La preparación de comidas, artesanías y medicinas con base en plantas que siembran en sus propios terrenos, son tradiciones que los miembros de esta reserva aún practican y resaltan como herencias directas de sus antepasados.

Un gallo de hojas sudadas de estococa o un picadillo de su fruto--que llaman tococo-, zorrillo, suara, ceplinas, antonietas, el papayo, torunes o la chicha, es lo que comen y beben a diario en algunos hogares.

“También confeccionamos la cestería que es la artesanía original que nos enseñaron nuestros antepasados. Estos sombreros, canastas, paneros y otros artículos, los hacemos con la planta de estococa y con técnicas manuales principalmente”, explicó la nativa Rafaela Hernández.

“Practicamos la agricultura y comemos lo que sembramos, pero nunca plantamos en el mes de julio, porque a mí me enseñó un viejo amigo, que murió de 110 años, que en ese mes no pega nada porque la tierra está menstruando”, explicó su esposo Fabio Vásquez.

Esta familia con tres hijos conserva una casa vieja adonde enseñan sus recetas, confeccionan, venden cestería y reciben turistas. Además, Hernández trabaja como empleada doméstica en la capital.

Cambio evidente

“Los ranchos de paja en los que vivíamos antes aquí desaparecieron hace mucho y la mayoría de la gente vive ahora en casas de bono. Yo nací aquí con ayuda de una partera hace 63 años y nunca conocí un dialecto ni vestuario especial en la etnia”, dijo Vásquez.

Un estudio de la Asociación de Desarrollo Integral de Quitirrisí indica que la lengua huetar es de las lenguas chibchas.

“En Quitirrisí se ha de haber hablado una lengua muy parecida al cabécar actual, aún en el siglo pasado, pero no se ha hablado lengua autóctona en el presente siglo (Bozzoli: 1986: 75)”, indica el documento.

Rafaela recuerda que las mujeres usaban blusas y enaguas largas de manta y colores llamativos. Además, el pelo muy largo con trensas; pero dice que no existían bailes o rituales especiales.

“Yo creo que esta etnia es la más modernizada del país, porque estamos a 33 kilómetros de San José y eso hará que lo nuestro se llegue a extinguir”, resalta Vásquez.

Para Víctor Mena, Director Ejecutivo de la Comisión de Asuntos Indígenas y Presidente de la Asociación de Desarrollo Integral de Quitirrisí, por el acceso a muchas facilidades y tecnología, los aborígenes de esta zona se han adaptado a un estilo de vida urbano a través de los años y más que practicarlo a diario, algunos retoman el legado de sus antepasados como fuente de empleo mediante el turismo.

La familia Sánchez Pérez es otra que conserva en su finca “El Chagüite” ranchos, objetos antiguos, realiza actividades turísticas y a veces hacen reuniones con miembros de la comunidad.

“A veces hacemos fiestas con chicha y nuestras comidas para mejorar algo en el barrio y así disfrutamos lo nuestro en grupo”, resalta Marielos Pérez, esposa de Juan Sánchez, quien algunos llaman el cacique del lugar.

En su finca tiene muchas plantas de quitirrí y medicinales como la verbena, que para ellos quita la diarrea, el güitite, la juanilama, la chirraca y el naranjo agrio para los nervios... “Aquí viene mucha gente para que mi marido los cure”, contó Marielos.

En el sitio esta familia hizo unas tumbas de piedra en donde enterraron a la mamá de Sánchez y que tienen para futuros difuntos parientes. Según la indígena, esa era una tradición de sus antepasados. “También creemos mucho en la la luna, el sol y respetamos la naturaleza”, aclaró.

Víctor Mena considera esencial que los líderes y padres de la población inculquen a sus jóvenes estar orgullosos, practicar y traspasar sus orígenes a las futuras generaciones.

Resaltó que la Asociación de Desarrollo es una figura que les permite realizar consensos en la población y buscar, bajo la protección de la Ley Indígena 6172, la calidad de vida de los indígenas sin extinguir su legado. “Además es urgente y necesario que el Estado colabore para se cumplan muchos aspectos del convenio N° 169 de la Organización Internacional de Trabajo y recuperar, por ejemplo, gran parte de nuestros terrenos perdidos”, comentó.

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