Domingo 31 de octubre de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | De hoy
El Evangelio

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
asaenz@liturgo.org

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Los publicanos eran gente despreciable para los hebreos. Recaudaban impuestos del Imperio Romano que les oprimía. El sujeto del cual nos habla el Evangelio, Zaqueo, era peor todavía. Era jefe de publicanos, es decir, no sólo era corrupto, sino también corruptor.

Pero, a pesar de ser jefe de publicanos, Zaqueo no era indiferente a la voz de su conciencia. Vivía una cierta tragedia. Su ansiedad y codicia por el dinero se alternaban con una gran necesidad de salir del vicio, alcanzar la trascendencia, experimentar el perdón, cambiar de vida. Por ello, cuando Jesús entró en Jericó, Zaqueo quiso verlo. Su conciencia le creaba una gran curiosidad. Tenía la urgencia desbordante de acercarse a aquel que tenía fama de santo. El Evangelio dice que “era de baja estatura” y subió a un arbolillo de higos para ver mejor.

Y acá empiezan las rarezas. Zaqueo no ve a Jesús. Es Jesús quien descubre a Zaqueo entre las ramas. Como si buscara la oveja perdida, miró hacia arriba y dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Y la cosa se torna más sarcástica. Zaqueo recibe a Jesús con alegría y éste va allá satisfecho. La gente murmura porque Jesús no parece reconocer a un pecador. Zaqueo toma la iniciativa y demuestra que el afecto de Jesús no ha sido en vano y dice: “Voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más”.

Es como si él dinero empezara a quemar las manos del nuevo creyente. Zaqueo cambiará de vida y determina recompensar a quienes hubiera defraudado. El diálogo parece ya una escena del “teatro del absurdo”. Los “buenos” juzgan y condenan, el “malo” actúa con generosidad y abandona el lastre que lo mortifica: el dinero mal habido.

Jesús dice: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Y tras dejar clara la solidaridad que debemos tener para con quienes desean convertirse, en una frase define la tarea del Mesías y de la Iglesia: “buscar y salvar lo que estaba perdido”.

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