Viena, Austria / DPA y EFE. - “Brutales rodillazos en el estómago y en la zona de los genitales (quería ponerme de rodillas). También en la columna. Luego, encierro a oscuras sin aire ni comida”: son algunas de las palabras que Natascha Kampusch escribió en su diario a escondidas el 24 de agosto del 2005, en pleno secuestro.
Su captor, Wolfgang Priklopil, la dejó sin comida, le peló la cabeza y la obligó a limpiar la casa semidesnuda, con el objetivo de convertirla en su esclava.
La austriaca recoge ahora su martirio en “3.096 días”, una autobiografía sobre el tiempo que pasó cautiva en un sótano.
La obra, dividida en 10 capítulos, comienza con los recuerdos de su dura niñez: la separación de los padres, el exceso de bebida del padre y las bofetadas repartidas a diestra y siniestra por una madre superada por la situación.
En cautiverio
Del día de su secuestro, en marzo de 1998, cuando tenía 10 años, rememora que le preguntó al autor: “¿Vas a abusar de mí?”, ante lo que el secuestrador dijo: “Eres demasiado joven para eso”.
Kampusch explica que su plagiador afirmó que su intención era entregarla a “los otros” y luego desentenderse, una afirmación que reabre la especulación, descartada por la investigación oficial, de que hubiera más implicados en el caso.
Sobre su primera noche de encierro en el sótano en una casa de las afueras de Viena, recuerda cómo perdió el sentido del tiempo y su raptor le dio un delgado colchón y la misma manta en la que la envolvió al secuestrarla.
“Era frío, húmedo, repugnante”, describe las condiciones de vida en el sitio.
Sus intentos de alertar a la Policía fueron respondidos con violencia. “Me agarraba brutalmente, me estrangulaba y me pegaba”, narra Kampusch.
Otro de los momentos que relata en el libro es la humillación y cómo Priklopil la trató casi como una leprosa cuando tuvo su primera menstruación.
También le hizo pasar hambre. “Quería impedir que me desarrollara como adulta. Era paranoide, enfermo, pobre. De lo contrario, no habría necesitado secuestrar a una niña”, cuenta de su secuestrador, que se suicidó la noche que la joven logró fugarse en agosto del 2006.
A veces Natascha le pedía un beso de buenas noches. A veces jugaban juntos. En otras ocasiones, él la dejaba sola durante días o la golpeaba salvajemente.
Sólo las agresiones sexuales quedan fuera del libro: “Es el último resto de privacidad que querría guardar para mí, después de que mi vida en cautiverio fuese desmenuzada en incontables artículos, declaraciones y fotos”, escribe la joven de 22 años.
Hoy por hoy, el aprendizaje de la libertad es todavía un proceso en marcha para Natascha.
© 2010. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.