Patricia Recio G.
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Aunque para muchos nueve años sean suficientes para borrar recuerdos y olvidar detalles, para los sobrevivientes del acto terrorista más grande de la historia lo mismo dan nueve años que nueve meses o días.
Ellos siguieron adelante con sus vidas. No era para menos después de semejante oportunidad, sin embargo, las imágenes, sonidos y hasta los olores que percibieron aquel fatídico 11 de setiembre del 2001 se mantienen tan frescos como ese día.
Desde el piso 11 de la torre norte, primera en ser impactada, Karla Pericón logró escapar de la muerte pero no del infierno que se topó durante su huida.
Precisamente la ubicación y pronta respuesta, la tienen hoy contando la historia.
Tras años de terapia y mucha ayuda de sus seres queridos, logró superar el trauma, pero no el dolor que le traen los recuerdos de lo que vio y la pérdida de siete de sus amigos que no corrieron con la misma suerte que ella.
El excónsul Otto Roberto Vargas y la tica Pilar Madrigal también vieron el milagro, pues unos minutos hicieron la diferencia para ambos que debían llegar al Centro Mundial de Comercio.
Ambos viajaban en trenes subterráneos en el momento que se estrelló el primer avión, a las 8:46 a.m., entraban a trabajar a las 9 a.m.
Sin embargo les tocó observar casi desde primera fila, como colapsaba la segunda aeronave contra la torre sur, dos minutos después de las 9 a.m.
“El recuerdo no se va, cada vez que se acerca la fecha, vienen a la memoria cada uno de los segundos que uno estuvo allá, es algo que nunca voy a poder olvidar”, aseguró Karla, quien ahora vive en Costa Rica.
Coincide con ella Pilar Madrigal, quien labora para la oficina de Cinde en Nueva York.
“Todos los años conforme se acerca la fecha, reviven muchísimos recuerdos estos días y momentos de reflexión para mi y para todos los neoyorquinos”.
Otto Vargas describe lo ocurrido como una pesadilla; asegura que al ver las imágenes de los documentales le parece una película de terror el pensar que presenció el acto terrorista.
Desde puntos y vistas diferentes, sus historias también son distintas, sin embargo, el sentimiento es el mismo: agradecimiento por la segunda oportunidad y dolor por un recuerdo que no se va.
Avanza construcción
Nueva York/DPA. - @La conmemoración del 11-S se convirtió los últimos años en una ceremonia en la que nada parecía cambiar: la Zona Cero era un agujero marcado por las demoras de las obras del nuevo World Trade Center y año tras año se repetía el mismo acto en recuerdo a las víctimas.
Pero las cosas han cambiado este año, en el noveno aniversario de los atentados. Por primera vez, las obras de la Zona Cero están tomando forma.
Por otro lado, la polémica sobre la futura construcción de una mezquita cerca del lugar de los atentados, foco de atención de los medios estadounidenses durante las últimas semanas, ha marcado una conmemoración precedida por manifestaciones a favor y en contra.
Desde la planta diez de la llamada Torre 7, el primer y único rascacielos construido de los que formarán parte del nuevo World Trade Center y que se encuentra justo enfrente de la Zona Cero, se pueden ver los avances.
Allí se inscribirán los nombres de las casi 3.000 víctimas del 11-S y del anterior atentado que sufrió el sitio en 1993. Una de estas torres, la número 1, la llamada Torre de la Libertad, será la más alta del país, con 105 pisos.
“Está llevando tiempo porque es algo muy complejo políticamente, financieramente y también en cuestión de ingeniería”, dijo el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg.
Sobre la construcción de la mezquita, Bloomberg ha repetido numerosas veces que ningún gobierno tiene que decir cómo y qué rezar a sus ciudadanos.
“Es un recuerdo que no se va”
Para Karla Pericón el 11 de setiembre era un día de trabajo más en su oficina ubicada en el piso 11 de la torre norte del World Trade Center, ella laboraba para el Banco de las Américas.
“De un momento a otro el piso se empezó a mover, creí que estaba temblando y ya iba a salir corriendo cuando un compañero me detuvo y me dijo que ahí no temblaba”.
Por orden del administrador, Karla y sus compañeros evacuaron las oficinas, una vez en el lobby del edificio empezó el caos. “Cuando llegamos al primer piso la puerta estaba trabada, en ese momento todo el mundo se puso histérico”.
“Recuerdo que cuando logramos salir había mucha gente herida, no se me quita de la mente la imagen de una señora carbonizada de pies a cabeza, también me tocó ver un brazo y una pierna, ahí entré en pánico y empecé a pegar gritos. Tengo en mi mente como si fuera hoy la mirada de un policía que sin necesidad de palabras me dijo: 'cállese y corra' y eso hice”.
En medio de la desesperación y a pocos metros de los edificios, Karla pudo observar como el segundo avión impactaba la otra torre.
“En ese momento empezamos a correr agarrados de las manos, no llevábamos ni dos cuadras cuando se cayó la primera torre y una nube de polvo cubrió todo.”
Así logró llegar hasta el río Hudson, en donde tomo un ferry repleto de personas desesperadas que por fin le dio un sentimiento de seguridad.
Asegura que desde ese momento cambió su forma de ver la vida. “Entendí que no me tenía que preocupar tanto, vivir al máximo y entregar el amor y ayuda a todo el que lo necesite”, relata Karla, quien a pesar del trauma se mantuvo en Nueva York hasta el año pasado. “Fueron años muy duros”, finalizó.
“Lo que viví fue un infierno”
El excónsul de Costa Rica en Nueva York, Otto Roberto Vargas, recuerda aún con nostalgia que pocos minutos lo separaron de la muerte.
“Mi tren llegaba al sótano de la torre norte, estaba quizá a las 8:55 a.m., antes de la última parada y nos hablaron por los parlantes que desocuparamos el 'subway' porque había problemas en el World Trade Center”, cuenta.
“Cuando salí, caminé y vi que la primera torre estaba incendiada, estaba como a dos cuadras de las torres, oí el ruido del segundo avión y de un momento a otro se levantó en una llamarada”.
“Cuando vi que la torre se estaba cayendo me quedé paralizado, la tierra se estremecía, en eso se soltó una nube de polvo con todo lo que tenía ahí, la nube venía avanzando; en ese momento todos salimos corriendo, la gente se caía en las calles, corrí hacia la alcaldía de la ciudad y me metí detrás de una columna, la nube de polvo me cayó encima, la gente gritaba que venían misiles para destruir Manhattan, corrí hacia la bahía y sonó el teléfono, casualmente era una periodista de Al Día y le colgué”, recuerda Vargas.
“En medio de ese polvazal corrí con mi esposa, si hubiera andado solo seguro me habría tirado al río por el estado de pánico en el que estaba”.
El excónsul recuerda haber visto a unas diez personas saltar desde las torres.
“En ese momento pensábamos que alguien abajo las esperaba con camas elásticas, pero la realidad era que caían contra el pavimento”.
“Cuando veo los videos me parece imposible pensar que estuve ahí, si el infierno existe es algo así como lo que yo viví”, concluyó.
“Pensé que era mi último día”
Pilar Madrigal aún vive en Nueva York. Ella tiene muy buenas razones para saber que la segunda oportunidad que Dios le dio tenía un propósito: Sus gemelos de cinco meses Max y Julia.
Hace nueve años trabajaba en la oficina de Cinde ubicada en el piso 15 de la segunda torre y hoy continúa laborando para esa entidad.
“Estaba a un par de cuadras de las torres, iba en el tren subterráneo, de un momento a otro se detuvo y estuvo parado por un gran tiempo, mientras estaba ahí no sabía que estaba pasando”.
“Ya cuando pude salir, vi la explosión del segundo avión, en ese momento no me imaginé que fueran ataques y lo que hice fue correr hacia mi oficina, según yo a sacar el equipo, en eso una llamada de un amigo que me dijo que era un ataque me hizo devolverme”, cuenta.
“Logré llegar a un restaurancito donde había televisión, y ahí una persona decía que iban a bombardear la ciudad, pensé que era el último día de mi vida, me persigné y le dije a Dios que hiciera lo que me tocara (...) en ese momento descubrí que no le tenía miedo a la muerte, porque sentí una gran paz interna”, recuerda.
Pilar no olvida las escenas que que se topó en el recorrido hacia su casa. “Entré en 'shock' y caminé kilómetros, no recuerdo como lo hice, pero sí muchas cosas que vi, el pánico en la gente, el dolor y la tristeza”. En los días siguientes se sintió hasta un olor diferente, “era olor a tristeza”, cuenta.
“Ahora el ambiente aquí es de gente que decidió salir adelante con sus vidas, tenerle respeto a ese día, pero no miedo”, aseguró.
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