Ciudad de Panamá/AFP.- Una mansión fastuosa, hoy escenario ideal para una película de espanto, fue el misterioso reducto donde vivió Manuel Antonio Noriega cuando dirigía Panamá con mano de hierro y sembrando el terror.
La casa tenía un minizoológico y una gigantesca caja fuerte. Hoy la oxidada mole de hierro, donde incautaron algunos millones de dólares, permanece en el cuarto contiguo al que usó Noriega, preso en el extranjero hace más de 20 años por narcotráfico y blanqueo de dinero, y quien se apresta a volver extraditado a su país, donde lo acusan de desaparición y asesinato de opositores.
Eran las épocas de poder absoluto –que terminarían con la cruenta invasión estadounidense en diciembre de 1989 – y en las cuales la mansión, valorada hoy en $2,5 millones, brillaba con fiestas, casino privado, el gigantesco salón de baile y las jaulas con venados, guacamayas y pavos reales.
Los Noriega habitaban los 3.200 metros cuadrados de la vivienda, rodeados de estatuas, fuentes, obras de arte y flora. Pero hoy sólo quedan trozos de cristales por el piso, algunos muebles derruidos, la legendaria caja fuerte, mucha maleza, candados oxidados y algunas estatuas.
Desmantelada
La mansión está amurallada y un cartel advierte: “Propiedad del Estado. No pasar so pena de multa”. En el primero de los tres niveles se suceden un recibidor, la cocina y un salón de baile. Pero lo mejor está por venir.
El segundo nivel incluye el gran dormitorio de Noriega y su esposa, Felicidad Sieiro, los cuartos de sus tres hijas y la biblioteca, que tenía asignado un importante papel en el diseño, ya que desde allí partía la escalera que llevaba al casino del tercer nivel.
“Todo lo que tenía en su casa lo desbarataron y se lo robaron tras la invasión”, dijo el abogado de Noriega, Julio Berríos, quien asegura que la vivienda fue comprada por el militar en $68 mil, antes de ser el gobernante de facto.
La vivienda fue expropiada por el Estado después de la invasión y desde entonces varios gobiernos intentaron subastarla, pero todos fracasaron porque nadie quiere comprarla.