Antonio Alfaro, periodista
analfaro@aldia.co.cr

         

Aunque algunos con menos pelo y más canas, un par de libras de más, tampoco muchas, con un retoque por aquí y otro por allá, el negro azabache donde un día hubo castaño o un lacio bien logrado donde otrora se lucían los colochos, somos en el fondo los mismos que hace 22 años y dos meses se despidieron en el colegio con la repetida aunque nunca cumplida intención de reunirse a menudo.

Dado el reencuentro, bienvenido sea, no está de más rescatar un par de consejos por si uno de estos días usted también vive semejante milagro.

No se aventure a saludar efusivamente por el nombre a todos y cada una; en algunos casos le fallará la memoria que dos décadas atrás alcanzaba para “tragarse” la antología de Sociales. Espere un poco. Si la sinceridad le alcanza (¡en hora buena!), admita sin titubeos no recordar al excompañero; poco después puede decorar el olvido como lo hizo una excompañera con mi exvecino de pupitre: ¡ah claro, es que estás más alto y más guapo!

Si usted quiere lanzar el piropo de la noche, pregunte por quienes van para los 40. Cuando unas cuantas levanten la mano, exprese sin titubeos ¡no se les nota! Arrancará agradecidas y sinceras sonrisas. Ahora bien, si fue otro quien tuvo el tino, escriba después un correo (espero que esta columna valga) para decirles a todos “fue un gusto”, “muchas gracias”. Por unas horas, la venidera crisis de los 40, si acaso existe, parece cosa de colegiales.