Milton Montenegro, enviado

Preocupado por el clima, por el frío que me aguardaba, arribé a Sandy, en Utah, pensando si la ropa que traje me iba a proteger del tiempo. Sin un buzo en el equipaje, medias altas y gruesas, como las que usamos en las mejengas, mucho menos calzoncillos largos, de esos que llegan a los tobillos, dije: “moriré de frío”.

Pero qué grata sorpresa, Utah no está tan helado como se mencionó. Sí hace frío y hay que protegerse, pero esto no es un congelador, no hace falta ponerse dos o tres abrigos, orejeras y botas para la nieve, mucho menos abrigos térmicos.

Hace frío, pero no está a menos dos grados como salieron las informaciones desde Utah, alguien quiso meter miedo con esa noticia, porque aquí el clima está en 12 grados celsius.

En las tardes y en la noche la temperatura baja, pero no es para titiritar, que la mandíbula empiece a temblar sin control, o terminar en el cuarto del hotel metiendo los pies en tina con agua caliente.

Por lo demás, Sandy destaca por la belleza de sus montañas llenas de nieve, la amabilidad de las personas, por cierto hay algunos mexicanos y salvadoreños, la mayoría de ellos laboran en hoteles, se encargan de la limpieza y los trabajos de mantenimiento.

Atentos ante cualquier consulta, estos latinos atienden con una sonrisa, muy distinto del norteamericano de este sector, seco, parco en el hablar, pero con la misma cordialidad para ayudar, como hicieron al explicarme cómo usar el GPS del automóvil, sin duda una maravilla.

Lo único que le falta es conducir el carro, porque no hay manera de extraviarse. Creo que con nuestra forma de dar direcciones en Costa Rica, sin duda los GPS se volverían locos.

Por ejemplo, de la pulpería de Pepo siga directo hasta pegar con cerca, y de ahí agarre a la izquierda, hasta toparse una casa donde hay un perro blanco. Y luego pregunte por la soda “come bien” y ya casi llega.

Además, en Costa Rica no todo está tan bien señalado como aquí en Utah.