Miércoles 08 de junio, 2005. San José, Costa Rica.


LDA: recuento de su historia
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Humor en Al Día


¿Cómo dice?

Taquígrafa

Ana Coralia Fernández

-¿Empanadas de qué tiene?

-De queso, pollo y papa.

-Dos de pollo.

-¿Arregladas o simples?

-Arregladas y tres tacos.

Sacó de la urna los elementos de su próxima venta. Tenazas, limpión, repollo picado, salsas.

Mientras la mujer echaba en la paila de aceite hirviendo mi orden, me vi envuelta en una discusión doméstica. Un triángulo amoroso entre ella, su hijo adolescente y yo, que, de pronto y sin querer, fui una testigo improvisada de la reyerta.

-Mire, es que si usté se me queda en conducta, no lo vuelvo a dejar andar en bici. Con lo que cuesta mandarlo a estudiar. ¿De qué sirve que le vaya bien en las otras notas, si se queda en conducta, ah? Hasta que me pesa el corazón...

Sacó las empanadas y les abrió la panza de un tajo.

-Que no me voy a quedar ¿Ya? Es que la profe me agarró entre ojos ¿Ya? ¿No entiende que no me voy a quedar? Son ganas de desgraciarme la vida ¿Ya?

Las empanadas quedaron rellenitas de repollo, mayonesa y mostaza.

-Ya hubiera tenido yo lo que usté. Tenis de marca, no tener que "bretiar", dormir hasta las once. Siga bien tapadito. "Mioye?".

Las empanadas quedaron envueltas en un santiamén, y el muchacho se quedó viendo a la pared, como si estuvieran proyectando Episodio III.

-Pero eso sí: cuando hubo que dar lo de la rifa, no mandaron ningún "recao". Ahora sí que me calenté. Es que no hay respiro.

Tres tacos salieron crujientes y rebotaron en la canasta de metal para escurrise. El muchacho me miró pidiendo clemencia. Yo me hice invisible.

-¡Que no! "Yaleije" que no me voy a quedar. Apenas estamos en junio. Yo ahorita subo la nota ¿Ya? No se haga tantas bolas ¿Ya? Por cierto, mañana entro más tarde...

Más repollo, más untijo.

-Pues se me levanta temprano y me acompaña a las compras. Ya lo quisiera ver yo ganándose la vida en una ventana y haciendo callos.

De pronto, la mujer me integró a la charla: "Macha, ¿chile?"

-Mmno. Está bien así, gracias.

Tres paquetes en papel doble de pan engordaron la bolsa de rayas rosadas. Sacó la cuenta en una libreta de puntas levantadas. Le pagué con mil y me dio el vuelto.

Me fui a la casa con la bolsilla caliente y pensando en una bicicleta fugitiva. En casa, alabaron la ocurrencia de llevar fritangas en la tarde de lluvia.

Sin embargo, me ganó la trampa. Cuando arremetí contra el taco con un mordisco salvaje, en medio de los picos de la tortilla y el delicioso bocado, llegó a mi paladar ese sabor dulzón del amor de madre sin condiciones, sin fronteras, a prueba de todo y a cambio de nada, y, en el último trago, también su amargura.

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