Miércoles 11 de agosto, 2004. San José, Costa Rica.



 

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Un policía hondureño detenía el pasado jueves, en un barrio marginal de Tegucigalpa, a un presunto miembro de la “Mara 18”, una de las pandillas que operan en Honduras.
AFP/Al Día

Fracasa lucha contra “maras”

El Salvador, Honduras y Guatemala

San José/AFP. Tras fortalecer las leyes penales y ordenar despliegues militares, los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras han sido incapaces de detener la ola de violencia atribuida a unos 230 mil niños y adolescentes que integran las “maras” o pandillas.

Las redadas masivas, que sólo en El Salvador condujeron al arresto de más de 17 mil “mareros” en el último año, aumentan los niveles de tensión social pero no reducen la violencia que sigue castigando a la población en general, advirtieron analistas del área. Tampoco han sido efectivas las leyes de “mano dura” que aumentan las penas.

“Aunque se saque a todo el ejército y a la policía, no se ataca de raíz el problema, cuyas causas son sociales, económicas, culturales y políticas”, advirtió el diputado guatemalteco Alfredo de León.

Cifras oficiales indicaron que en el primer semestre de 2004 hubo 2 mil asesinatos en Guatemala, 1.257 en El Salvador y 1.580 en Honduras, lo que suma 4.837 sólo para estos tres países, que son los más golpeados por las pandillas.

En Guatemala, donde hace una semana se lanzó una operación callejera con 4 mil policías y soldados, supuestos pandilleros asesinaron antenoche al chofer de un autobús.

En Honduras, la prensa reveló esta semana que las maras cobran un “impuesto de guerra” a los autobuseros por entrar a los barrios bajo su control, y que este sistema de chantaje lo dirigen los líderes desde la cárcel.

Según fuentes gubernamentales, hay unos 100 mil miembros de las maras en Guatemala, con igual cifra en Honduras y unos 34 mil en El Salvador.

Estos grupos se formaron en la década de 1980 en Estados Unidos, destino principal al que emigraron millones de centroamericanos durante las guerras civiles.

Muchos de esos emigrantes fueron deportados y retornaron con el germen de las pandillas, por lo que rápidamente se organizaron en la zona. Por eso, los nombres de las más importantes “maras”--Salvatrucha y M-18--, coinciden en los tres países.

Estudios socioeconómicos señalaron que la mayoría de pandilleros integran la población que vive en condiciones de pobreza o extrema pobreza, unos 18,8 millones de los 38 millones de habitantes del istmo.

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