¿Cómo dice?
Casa de Espejos Ana Coralia Fernández
Era divertido. El decadente presentador de la feria, anunciaba con mil expectativas las asombrosas transformaciones: por dos pesos, te podías ver alto, flaco, deforme, con la cabeza alargada y el cuerpo chato y todas las combinaciones imaginables. Era una entretención sencilla y barata; un grupo de espejos con distorsiones producían el efecto, pero al final, uno salía tal cual y como había entrado.
Llama la atención, al hacer una lectura de los grandes temas de la agenda nacional, el interminable pulso entre las versiones oficiales, las que son producto de la razón, la investigación, los hechos y los datos y las que embarullan el resto de las opciones con intenciones poco claras y protagonistas tácitos.
Se nos pide, como si fuéramos una sola persona, que hagamos consenso; que creamos; que votemos por tratados como el TLC que como en la casa de los espejos se nos presentan en todas las versiones cuando todavía falta mucho para conocer la versión real y final, la verdadera.
Que, ante los nuevos paquetes tributarios y las reformas fiscales, nos sintamos seguros y protegidos en el buen camino del progreso.
Que ante una Asamblea Legislativa - que se desgasta en toda clase de mensajes como prenderle fuego a una bodega de cachiflines-, sintamos que se ejerce la democracia y que, efectivamente, los ciudadanos nos veamos representados por el sistema.
Pero entonces ¿Por qué percibimos que estamos en un péndulo de dudas y confusiones? ¿Por qué nos sentimos objetos y no sujetos? ¿Por qué al final del recorrido de la gran casa de espejos, no salimos como entramos y nos queda la espantosa sensación de que nos tomaron el pelo?
Podría ser que efectivamente, todo ande muy bien y uno sea el pesimista. Podría ser que seamos unos tercos ignorantes y no nos entre en la cabeza todo el bien que estamos postergando por ejercer esa pausa reflexiva que da el criterio. Podría ser que ese "inconsciente colectivo" que en resumen se llama pueblo, sepa que solo son espejos, y que la realidad, está fuera de la carpa, entre pitos y semáforos, en salarios que no alcanzan y en un incierto futuro que no sabemos cómo se resolverá.
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